VÍCTOR PAVÓN 

En las organizaciones sociales y partidos políticos, sin excepción, se ha extendido una forma perniciosa de hacer política cuya práctica parte de la idea de que la pobreza únicamente puede ser combatida mediante personas con "sensibilidad social" con "planes sociales" sustentados en la práctica de sacar a los que supuestamente más tienen sin tomar en cuenta los efectos a mediano y largo plazo de las medidas a adoptarse, lo que significa poner en práctica la tan mentada “redistribución de la riqueza”.

Por supuesto, los que no estamos de acuerdo con ese tipo de política enseguida somos calificados de “insensibles”, elitistas y por qué no, de “neoliberal”. El cambio social y económico, dicen, requiere de la decidida acción de los políticos. Los que así piensan, no conciben otra forma de política y se entiende. Si no fuera así, la actividad que realizan dejaría de tener sentido, no existirían y deberán dedicarse a otra cosa.

Pero como no tienen la intención de dedicarse a otra cosa más que a sacar alguna tajada de privilegios en beneficio propio y de sus camarillas que los acompañan, entonces ese tipo de política se convirtió en una forma de trabajo. Este tipo de “trabajo”, sin embargo, no es tal; no existe en una genuina sociedad libre porque en ésta cada quien hace lo mejor según sus talentos y capacidades y colabora con los demás para mejorar su condición de vida. El que desee hacer política lo debería hacer de modo ocasional. Son las actividades privadas las que requieren de tiempo y dedicación, debiendo ser privilegiadas porque es la manera pacífica y moral de ganar el sustento diario mediante el servicio a los demás, a los consumidores.

Sin embargo, lo que hoy tenemos son políticos profesionales y vinieron para quedarse. Necesitan la adhesión de las masas. Conseguir lo que sus adeptos les exigen porque de lo contrario perderán fuerza electoral es una tarea inmensa. La dedicación debe ser total. Alguien “que no entiende el sentimiento popular no lo podría hacer”. Esta línea de pensamiento, lamentablemente se encuentra cada vez más arraigada y tiene intencionalidad.

Se busca de ese modo una bandera de lucha y con ella un enemigo común que por lo general es el empresario, el capitalista, el estanciero o el sojero últimamente, siendo la riqueza de éstos, el origen de la pobreza de los demás. Y cuando esta forma de pensar prende en la sociedad, de ahí a un paso está la revolución.

¿En qué se sustenta ese tipo de línea de pensamiento que finalmente termina en violencia? Como ha ocurrido en todas partes, en el desconocimiento de cómo se origina la riqueza, el ahorro, la inversión, la cultura, es decir, de cómo las personas mutuamente ganan sin que el otro pierda cuando la colaboración se hace en libertad. Si no fuera así no habría intercambios voluntarios, sino que prevalece la coerción que finalmente no hace más que dar cabida al odio y al resentimiento.

El odio y el resentimiento de ese modo se apoderan de mucha gente, incentivados por dirigentes que viven a costa de los demás y que para lograrlo requieren del poder político. Esta seductora forma de vida es tan fuerte que incluso jóvenes con valores prefieren el camino fácil y rápido. Para cuándo la vida, empiezan a decir algunos. Las ideas contrarias a la política populista, demagógica que está expandiendo el odio y el resentimiento requiere de otra forma de concebir la vida en sociedad y consiste en hacer conocer cada vez más los fundamentos de la filosofía de la libertad responsable que se manifiesta en la misma política, la economía, el derecho y en la cultura en general.

Estas ideas contrarias al status quo actual son las que permitirán cambiar el estado de cosas por la que transitan los partidos políticos y organizaciones sociales, cuyos adherentes y afiliados están convencidos para hacer valer sus propuestas requieren del uso de la fuerza mediante leyes y resoluciones contrarias a los derechos individuales a la libertad y la propiedad de cada quien.

Tomado de elcato.org

Pin It