CARLOS HERRERA

(XXIII Framento del libro inédito "Apuntes sobre la Sociedad Abierta")

El regreso de la Democracia (la sociedad abierta) a países como el nuestro, allá por los años 80, se debe en gran medida al esfuerzo y valor de los medios de comunicación, tanto como a los esfuerzos de la propia sociedad. Fue su palabra y su actitud la que impidió que el ideal democrático perdiera la batalla contra la fuerza de las dictaduras y los sectores reaccionarios.

A lo largo de cientos de artículos, editoriales y notas periodísticas, la prensa de entonces mantuvo vivo el deseo de acceder a un orden social que se fundara en el respeto a los derechos individuales, la participación social en la política, y el control del poder mediante la separación de poderes. Una treintena de años han transcurrido desde entonces y como es lógico las tareas para mejorar la sociedad son aún variadas y difíciles, más aún cuando se trata de países como el nuestro, pobres del bolsillo como de la mente.

Construir una Democracia sólida y productiva no es sencillo, requiere visión, criterio y conciencia. Esto último es especialmente importante, porque una Democracia no consiste únicamente en ir a votar periódicamente, sino en saber que aquel es un orden político que pone límites al poder de los gobiernos, en la forma de la separación de poderes, que es un diseño basado en competencias diferenciadas, es decir, que un sector del estado hace una cosa (por ej. Legislar) y otro hace otra cosa (por ej. Administrar la cosa pública).

Pero el asunto clave para que una sociedad democrática evolucione es saber lo que han hecho las otras Democracias del mundo en lo político, en lo económico y en lo social. Es decir, qué ideas han aplicado para fortalecer sus economías y su organización social, y cuales de ellas son las que se han comprobado constructivas con el devenir de los años.
¿Por qué es importante esto? Pues porque es de sentido común aprender de los que han obtenido ciertos logros y porque se puede así evitar aquellos errores políticos y sociales que han enterrado generaciones enteras. Ahora bien, a los que corresponde ver -así como difundir- este aspecto de la historia de los otros pueblos, es a los sectores de mejor educación y de mejor formación. No se puede pedir a los campesinos ni al pueblo de a pie que entiendan con claridad el fenómeno de la historia, porque aquellos han invertido e invierten su tiempo en la vida sólo para sobrevivir. Pero a los que han pasado por las aulas de las universidades, sí se les debe pedir una cierta responsabilidad.

En perspectiva, es decir, mirando los años transcurridos desde su advenimiento, tal parece que aquella batalla por la Democracia fue más una reacción de rechazo a las dictaduras militares que una verdadera convicción política, porque la conducta actual de nuestra sociedad, como la de nuestra prensa (en términos generales y salvo honrosas excepciones) muestra un absoluto desconocimiento de los verdaderos fundamentos de las Democracias liberales del mundo, así como del espinoso camino que se debe transitar para su consolidación.

La Democracia es un orden político que gira en torno a los principios de respeto a la libertad y dignidad humana, así como en la participación social para la formación de la voluntad política. Pero es aquí desgraciadamente donde una parte importante de la prensa actual no da la talla requerida. Tan pronto como las voces demagógicas encuentran la oportunidad de reclamarle a la Democracia su ineficacia para cambiar las cosas (olvidando que los cambios que importan sólo se consiguen mediante una buena combinación de ideas políticas y trabajo productivo) ella se adhiere a esas críticas con la mayor candidez.

La Democracia no es un fin en sí mismo, tan solo es un medio para la convivencia civilizada. El tema de la pobreza y la marginalidad social no son responsabilidad de la Democracia, tiene que ver más bien con la calidad de las instituciones que la rigen, porque el trabajo productivo de la sociedad requiere de un orden político e institucional que promuevan la libertad y los derechos básicos, así como de un orden económico abierto, es decir, una economía que permita la competencia y el acceso libre. O, en otras palabras, un orden económico donde el éxito de las personas esté determinado por la voluntad de los consumidores, no por la de unos burócratas con la cabeza saturada de dogmatismo. Un orden también donde el trabajo y los derechos de propiedad sean tomados como asuntos esenciales y se respeten escrupulosamente. 

La Democracia permite así mismo la coexistencia civilizada entre las personas, ya que le da un cauce racional a la pugna entre los diversos intereses sociales, pero el éxito económico deviene siempre de una combinación entre orden institucional y trabajo productivo. Y para esto es necesaria también una conducta responsable de todos los agentes sociales, sobre todo de aquellos que recibieron el beneficio de la educación universitaria. ¿Qué es conducta responsable? Es la conducta del respeto por la verdad y la objetividad, como cosas importantes.

A ningún país no le hace bien que su prensa (escrita u oral) en vez de formadora de opinión se convierta en vendedora de frivolidades y de equívocos, o en eco intrascendente de la propaganda política que despliegan los partidos o las facciones expugna. No es el sensacionalismo sino el análisis responsable lo que contribuye al progreso. Si ya no importa lo que es cierto y se pasa a rumiar la demagogia y la frivolidad del momento, las cosas van mal. La superficialidad como norma de conducta no aporta nada, deviene más bien en confusión y extravío, y de ahí, ya se sabe, al infierno de la pobreza hay unos pocos metros.
Una prensa responsable debe entender que su función social consiste en informar sobre las cosas con un mínimo sentido de la responsabilidad, y que ello comporta la obligación de entender las cosas en su debida relación de causa y efecto, es decir, la obligación de informarse con una cierta profundidad sobre las cosas.

La idea de imparcialidad que debe regir el trabajo de la prensa (una idea bastante dudosa si se piensa que los periodistas son antes que nada miembros de una sociedad y que ello comporta una cierta obligación moral) pareciera que hasta hoy sólo ha servido para que algunos malos periodistas le den rienda suelta a su indiferencia y mediocridad. Porque así como se entiende que la propiedad debe cumplir una función social, es decir, no debe ser usada en detrimento de los derechos de los demás, así también se debe entender el rol de la prensa, como circunscrita al respeto y la defensa de los valores y principios que rigen las sociedades abiertas, que no son otros que los valores constitucionales modernos.

Un otro aspecto importantísimo del trabajo de la prensa es el vinculado con el control del poder político. Según lo que muestra la historia reciente, el tema de los abusos y la mala utilización del poder es uno de los problemas sociales mas graves. El poder político tiende siempre a ser autoritario, más si se trata de sociedades como la nuestra, donde los valores de la modernidad no han calado debidamente, y por eso importa de sobremanera el buen trabajo de la prensa. Pero para acometer tal tarea (controlar al poder político) se precisa de personas pensantes, capaces de descifrar el trasfondo de las cosas, al mismo tiempo que con la habilidad y la formación para expresar la realidad en términos comprensibles y verdaderos.

Cuando esto se suplanta con sensacionalismo y frivolidad, es como si se le inyectara a la gente diariamente una dosis de imbecilidad que no la ayuda al entendimiento de su realidad, y por ello mismo es toda la nación la que se retrasa en la comprensión y solución de sus problemas. Ojo pues con hacerle el juego de la audición a los especialistas de la desinformación, solo ellos ganan con eso, porque de la pobreza y la ignorancia se sale de la mano de la inteligencia, la razón y la verdad, nunca de las pasiones y la emotividad que aquellos cultivan con tanta pericia.

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