EDUARDO BOWLES 

Los cooperativistas mineros, uno de los jinetes contra el neoliberalismo, como alguna vez los calificó el actual Vicepresidente, han retornado con su estilo violento, agresivo, intolerante y radical, tan común a todos los movimientos sociales que fueron los que llevaron al poder a Evo Morales el año 2005. Cocaleros, cooperativistas mineros, regantes, movimientos sin tierra y juntas vecinales pusieron al país al borde de la confrontación, el caos, el miedo, el terror y la ingobernabilidad, entre los años 2000 y 2005. Huelgas, marchas, bloqueos, toma de tierras, toma de empresas eran el pan de cada día. Entre 2000 y 2005 tuvimos cuatro presidentes que sucumbieron ante el poder intransigente de los movimientos sociales.

Bolivianos y bolivianas, ya sea por admiración o por terror, optaron por darles la oportunidad de gobernar el país. Para su suerte, impensada hasta por los más lúcidos analistas, su ascenso al gobierno coincidió con una de las épocas más afortunadas en cuanto al precio de nuestras materias primas (gas y minerales). Entre el 2006 y el 2015 los precios de los minerales y del petróleo escalaron a niveles insospechados. Producto de este auge, el Estado boliviano administró más de 160 mil millones de dólares en 10 años, cifra que representa lo que diferentes gobiernos administraron en 40 años anteriores. Bonanza total, felicidad total.

Dicen que con plata uno se vuelve inteligente, sabio, hermoso y hasta parece un dios del olimpo. Pues eso les pasó a nuestros gobernantes. Ebrios de bonanza, acuñaron la evonomics como un supuesto nuevo modelo económico, empoderaron a su impulsor, don "superluchin”, y cambiaron toda la nomenclatura republicana por un supuesto Estado Plurinacional. Toda ocurrencia que se les pasaba por la cabeza, sin pensar dos veces, sin valorar su sostenibilidad o utilidad, le metían no más. Así, endiosaron al líder, le compraron un súper avión y le hicieron, cual Tutankamon, su museo y sus palacios. Envanecidos de éxito vendieron al país y al mundo que las empresas estatales eran lo mejor que se había podido concebir. Así crearon empresas de todo tipo, desde las aéreas hasta las de papel.

Conflictos sociales no les faltó, pero dada la bonanza supieron vadear con éxito a través de ceder en los pedidos con cheques, proyectos, viajes y programas que chorreaban dólares. Para evitar demoras (procesos de control y fiscalización) en el cumplimiento de sus sueños, coparon todos los espacios (instituciones) de poder y los pusieron a su servicio. Así, no sólo concentraron el poder económico, sino también el poder político e institucional del Estado.

Para rematar, vaciaron a la sociedad de valores. No importa si robas o delinques, lo que importa es si eres del partido de gobierno o no. Si no eres vendepatria, conspirador, ladrón, criminal. El poder y estar cerca al poder te libera de culpa. No importa de dónde venga tu plata, lo importante es que seas del partido. Así, la coca del Chapare que, por propios informes oficiales va en 94% al mercado ilícito, goza de protección y buena salud, porque está en el poder.

El Chapare que, antes de tomar el poder, bloqueaba al país una vez por mes, en estos 10 años ha mostrado una tranquilidad espectacular. Así uno se pregunta ¿qué produce el Chapare que la ha convertido en una zona tan tranquila y próspera? Si hallamos respuesta a esta interrogante, no nos queda más que copiar el modelo. Aunque es justo reconocer que indígenas de la frontera Oruro - Potosí y habitantes de barrios periféricos de El Alto han pillado la formula y la están aplicando.

Pues bien, aquellos discursos de que estábamos blindados contra las crisis del capitalismo en extinción no habían sido ciertas. Y el sapo que se convirtió en príncipe, producto del beso de la bonanza en la exportación de nuestras materias primas, una vez pasado el hechizo del beso, se lo vuelve a ver en su real condición de batracio.

La emergencia de los cooperativistas mineros está desnudando, más allá de su brutalidad, las consecuencias de la década perdida. Cooperativistas y Gobierno se conocen y quizá por eso hoy se odian tanto. Se miran al espejo y son tal para cual, los une el despilfarro y el haberse farreado la oportunidad de cambiar la matriz productiva, la oportunidad de diversificar la economía, la oportunidad de salir del círculo vicioso de las materias primas y, lo peor, no haber sentado en tiempos de vacas gordas las condiciones para enfrentar el tiempo de las vacas flacas. Son tan iguales que se repelen y por ello no se cansaran en echarse la culpa.

Hace unos años Potosí era la ciudad con más autos Hamers per cápita de Bolivia. El costo de vida era uno de los más caros. Los espacios de diversión nocturna llenaron los bolsillos de colombianas y paraguayas, que con gusto viajaban a las zonas mineras a recoger los dineros del caro placer. Los dueños de boliches vendían no sólo tragos nacionales, sino principalmente los internacionales de etiqueta y certificación.

Una oligarquía que daba migajas a sus "hermanos” cooperativistas nació y se empoderó bajo el lema "uno para todos, todos para uno”, pero que en realidad sólo fue "todos para uno”. Estos grupos oligárquicos daban a sus hijos escolares recreos de hasta 100 bolivianos por día. Fiestas patronales que eran verdaderos bacanales. En los cooperativistas se resume no sólo su tragedia, sino de toda la nación. En ellos no sólo se ve al Gobierno, su principal mentor, sino también a todos los bolivianos porque, una vez más, volvemos al punto de siempre: la frustración.


Ivan Arias Duran es ciudadano de la República Plurinacional de Bolivia.

(por EDUARDO BOWLES) 

Es curioso escuchar a los paceños hablar en los mismos términos que lo hacían los cruceños de finales de los años '50, cuando comenzaron a exigir el pago de las regalías petroleras y muchos de ellos fueron perseguidos, asesinados y encarcelados, acusados de separatistas.

A raíz de la huelga de hambre del gobernador de La Paz, Félix Patzi, se ha iniciado una corriente de opinión que ha comenzado a renegar del centralismo que maneja el '80 por ciento de los recursos públicos, porcentaje aún mayor cuando se trata de la inversión estatal, en tanto que la gobernación de uno de los principales departamentos del país solo participa del 0,5 por ciento de esa cuota.

Los paceños comienzan a preguntarse por qué distribuir los recursos del peaje entre todos, si los que pagan son ellos; quieren que la plata que generan se quede en su jurisdicción, para financiar obras que beneficien a la población, con impacto en la producción y el desarrollo. Ellos se han dado cuenta que el centralismo los ha defraudado, pues gasta la plata en teleféricos, canchas y coliseos que no han mejorado la calidad de vida de la ciudadanía, especialmente de las zonas rurales.

La Paz se jugó por entero a favor del “proceso de cambio”, por el que protagonizó una de las manifestaciones más grandes que se haya visto en Bolivia. “La sede no se mueve”, decían aquella vez y la consigna aparente era evitar el cambio de domicilio del poder a Sucre, algo imposible, como ellos bien lo sabían. En el fondo, lo que La Paz quería, era sellar para siempre el modelo centralista de visión andina y lo hicieron con la anuencia de las élites que siempre han controlado este país, en este caso, representada por el exalcalde Juan del Granado, a quien luego le dieron una patada en el trasero y lo sacaron del escenario político.

La gran mayoría de los paceños fueron conducidos como rebaño a aquella manifestación porque los habían convencido que ser centralistas los beneficia, cuando en realidad ese esquema sirve nada más que para engordar un pequeño grupo, una pequeñísima porción de la población. Los habitantes del departamento de La Paz, son tan olvidados, abandonados, pobres y postergados como los de Pando, de Santa Cruz (donde vive la mayor cantidad de pobres del país) o de Tarija, por citar a la región que más recursos ha recibido en los últimos años, pero que hoy está tan vacía de fondos como la gobernación que conduce Patzi.

Cuesta creer en la sinceridad de estos nuevos autonomistas o descentralizadores, puesto que comienzan a vociferar cuando la plata escasea, mientras que mantuvieron la boca cerrada cuando había de sobra para hacer funcionar las burocracias departamentales, puesto que las gobernaciones no son nada más que eso, además de repartir pegas, ya que poco y nada hacen por la producción y el desarrollo. De cualquier forma tampoco se les puede reprochar mucho; los viejos autonomistas, aquellos que prometieron hacer camino al andar, han sido los más pasivos.

Tomado de eldia.com.bo 

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