EDUARDO BOWLES 

H oy no se puede confiar en los indicadores económicos que publican los gobiernos y que critican los organismos internacionales. Estos últimos tampoco son del todo transparentes, pues suelen cambiar de un momento a otro y muchas veces el factor político también pesa a la hora de hacer las previsiones. No hay duda que el mejor elemento para detectar la salud de una economía es la inversión privada, pues el dinero, como el mono viejo, nunca salta a una rama seca.

En ese sentido, acaba de publicarse un dato lapidario para la economía latinoamericana, consistente en la disminución de casi un diez por ciento de la inversión extranjera directa (IED), con una cifra de 179 mil millones de dólares, el nivel más bajo desde 2010.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que ha divulgado las cifras correspondientes a la gestión 2015, este desempeño ha sido producto de la caída de las inversiones en las actividades económicas vinculadas a los recursos naturales, principalmente minería e hidrocarburos, cuyos precios se han derrumbado como consecuencia de la disminución de la demanda. La recesión brasileña es otro de los factores importantes que ha ahuyentado los capitales del continente, pues se trata de uno de los motores que arrastra el resto de los países, al igual que China, que últimamente ha sido la locomotora de la mayor bonanza experimentada en el continente.

Si bien la reducción ha sido general, existen casos muy preocupantes como el de Brasil, con una caída de la IED del 23 por ciento y apenas detrás, Bolivia, donde la disminución ha sido del 22 por ciento. En el caso de la región caribeña, la baja ha sido del 17 por ciento en forma global. En México, en cambio, los ingresos de capitales han mostrado un crecimiento del 18 por ciento, uno de los niveles más altos en siete años. En ese caso, las principales receptores de la inversiones han sido los sectores manufacturero, la industria automotriz y las telecomunicaciones.

Esta situación contrasta radicalmente con lo ocurrido en el resto del mundo, pues el año pasado, el flujo de capitales de IED aumentó en un 36 por ciento y llegó a un monto cercano a los 1,7 billones de dólares, dinero que se movió por la intensa ola de fusiones y adquisiciones, sobre todo transfronterizas, especialmente en países desarrollados, particularmente Estados Unidos.

De acuerdo a los pronósticos que hace la CEPAL, las inversiones seguirán estancadas para América Latina detrás del ritmo de la recesión Brasileña que arrastra el resto de las economías. Se calcula una disminución del 8 por ciento y para el organismo, la IED sigue siendo determinante para la región por su altísima dependencia de las materias primas cuya explotación es altamente intensiva en capital y en tecnología que proviene del extranjero. Si México ha sido la excepción en la regla es porque tiene desarrollado un amplio sector manufacturero y de servicios que suelen ser menos vulnerables a los cambios bruscos de la economía global. Es obvio que este dato anticipa una crisis que se notará también en el empleo, factor que suele causar el bullicio que todavía no se escucha.

Tomado de eldia.com.bo

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