EDUARDO BOWLES

Las previsiones sobre la marcha de la economía del país han confluido de pronto en una espiral de escepticismo. Por ejemplo, el Gobierno ha decidido tomar decisiones sobre la instrucción del pago del segundo aguinaldo solo a partir del mes de junio, que se ha erigido en el referente tope para evaluar el decurso del crecimiento económico. Como es de conocimiento general, se esperaba un crecimiento del Producto Interno Bruto nacional superior al 5,5 por ciento antes de la debacle del precio mundial del petróleo crudo. La tendencia descendente del precio del crudo ha sacudido las economías de los países productores de petróleo, especialmente las de los países en vías de desarrollo

Hasta entonces Bolivia se había mostrado como el país al que no le afectaría demasiado el súbito descenso del precio del petróleo. El Gobierno, desde esa postura, ha tratado de convencer a propios y extraños sobre la fortaleza de la economía boliviana, señalando que el país estaba en condiciones de capear el terrible temporal económico mundial. Sin embargo, más temprano que tarde han aparecido señales preocupantes, porque los ingresos por la venta de los hidrocarburos, en este caso el gas natural, habían descendido más allá de las previsiones más pesimistas. El primer efecto ha sido la merma considerable en el ingreso por el Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH).

Como bien se sabe, esta disminución de los recursos por el IDH afecta directamente a los 339 municipios, 9 gobernaciones, a la universidad y al Fondo Indígena. En el primer trimestre de esta gestión, los ingresos descendieron en un 12 por ciento en relación al año pasado. El Gobierno ha señalado que esta desaceleración se debe a la falta de inversión del sector privado. Como respuesta, el sector productivo privado le ha advertido al Gobierno de la imperiosa necesidad de tomar medidas económicas preventivas, emulando a las que han adoptado los países vecinos. Estas medidas podrían incluir ajustes monetarios, si cabe. Hace falta pues, preocuparse de la economía del país.

Sin duda alguna, la disminución de ingresos por el IDH tendrá efectos negativos sobre la ejecución de proyectos, inversiones en obras y equipamientos en municipios y gobernaciones. También incidirá en la propia inversión pública. Si se considera una disminución de un mil trescientos millones de dólares menos por este concepto, es que estamos hablando de la posibilidad de ingresar en una vorágine de problemas de imprevisibles consecuencias y de una razón valedera para que el Gobierno atine a tomar en serio esta incertidumbre. La propia Cepal (Comisión Económica para la América Latina) ha retrocedido en sus expectativas preliminares sobre el crecimiento boliviano.

El Gobierno ha admitido sus dudas sobre las expectativas del crecimiento económico del país de aquí en adelante, de ahí la pausa sobre el segundo aguinaldo. ¿Ha terminado el tiempo de las vacas gordas y ha empezado el de las vacas flacas? Conviene admitir que de las medidas que adopte el gabinete económico del Estado depende el devenir de la economía nacional. Un gesto inteligente sería que el Gobierno, una vez ha concluida la fanfarria electoral, envíe señales positivas al sector productivo y empresarial, señales que expresen una auténtica preocupación por la economía del país, atendiendo las inquietudes sectoriales, sin olvidar que en economía no hay milagros, sino causas y efectos.

Tomado de eldia.com.bo 

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