Eduardo Bowles

Ha trascendido que la oposición boliviana se ha planteado imitar el modelo venezolano para perfilarse como una alternativa a la hegemonía política del partido gobernante, Movimiento Al Socialismo (MAS), de cara a las elecciones generales del 2014. Se ha supuesto, también, que tal modelo constituye la única opción. Sin embargo, se omite que tal receta política foránea exige al menos dos ingredientes de difícil obtención en el país. Primero: unidad de la oposición en torno a un candidato único. Segundo: que ese candidato pueda ser resultado de unas elecciones “primarias” donde compitan, en igualdad de condiciones, todos los postulantes opositores con posibilidades de triunfo.

Con cierto grado de sensatez, los portavoces de las diferentes tiendas políticas opositoras del país se han apresurado a señalar las dificultades que entraña adoptar, “a ojo cerrado”, el modelo opositor foráneo de marras. Por una parte, porque un rejuntado de partidos de la derecha opositora boliviana no garantiza, ni de lejos, su victoria en las urnas, más todo lo contrario. Esta observación se aferra con fuerza a la desalentadora experiencia de las elecciones anteriores, y que cobra fuerza ante el desolador panorama de una oposición sin norte ni liderazgo. Resulta difícil ignorar que la causa básica de la debacle de la oposición radica en que anteponen sus intereses de grupo a los colectivos.

Conviene señalar que si bien el modelo venezolano de la oposición al “chavismo” se aprecia atrayente a simple vista, carece de los elementos que hacen falta para implementarlo en el país, donde las características políticas, sociales y culturales son diferentes. Un primer elemento constituye la insuficiente madurez política de los líderes de la oposición boliviana. Este liderazgo ha carecido de la lucidez necesaria para interpretar la situación nacional en una coyuntura histórica donde la irrupción de los movimientos sociales ha sido más que evidente. Por otra parte, se ha erigido en defensor de un proyecto político erosionado por la corrupción, la angurria y la prebenda política.

Justamente esa miopía de la actual oposición para leer las necesidades de una sociedad boliviana que venía exigiendo con insistencia mayor participación en las decisiones del país, mejor democracia para elegir sus representantes auténticos y cambios profundos para elevar un nivel de vida largamente postergado por gobiernos insensibles, le ha impedido hacerse con la victoria en las sucesivas elecciones. La carencia de un proyecto político coherente que satisfaga esas necesidades insatisfechas emerge como otro elemento fundamental para la dispersión de la oposición al MAS. La oposición se encuentra en la encrucijada de ofrecer proyectos distintos o presentar más de lo mismo.

Todo parece indicar que los proyectos políticos neoliberales van a contraflecha de la realidad boliviana. Por otra parte, la oferta de opciones políticas menos radicales de izquierda quizás tenga su atractivo, especialmente para una población aparentemente desencantada por la lentitud de un proceso de cambio que transcurre, además, imperceptible. Ante tal perspectiva, a la unidad de la oposición con un candidato único, habría que agregar un proyecto político coherente y viable para la realidad del país, sus necesidades y aspiraciones. Para ello, hará falta, también, una gran dosis de madurez política de la dirigencia opositora. Sin esos elementos no habrá receta política que valga.

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Tomado de eldia.com.bo

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