
GONZALO VILLEGAS VACAFLOR
El gobierno de Arce ha admitido que no tiene dólares para seguir comprando gasolina y diésel, algo que ya sabíamos todos los bolivianos. Pero en lugar de facilitar las cosas para que el sector privado se encargue de buscar una solución, vuelve a ponerse en medio para obstaculizar una salida como lo vienen pidiendo diversos sectores que están urgidos por el combustible.
Si el gobierno quisiera resolver el grave problema, evitar un colapso económico, con hambruna incluída, decretaría hoy mismo la liberación total de la importación y comercio de combustibles, lo que implica suspender los aranceles, eliminar la burocracia y hacer una pausa impositiva de tal manera que el combustible pueda llegar al consumidor final a un precio razonable y evitar que la economía se paralice por completo.
Pero en lugar de eso, los avivados del régimen se ofrecen como intermediarios para seguir monopolizando la importación de carburantes y venderlos a los agropecuarios y mineros con sobreprecio. Por otro lado, no explica qué hará con el resto de los consumidores, es decir, los particulares y transportistas, pero lo más seguro es que tratarà de mantener el subsidio diferenciado, un esquema que se presta para el tráfico de influencias, la corrupción y el enriquecimiento de los operadores gubernamentales que están lucrando incluso en los momentos más críticos que vive el país.
ANTONIO SARAVIA
A medida que se acerquen las elecciones escucharemos una y otra vez a los candidatos decir que su objetivo es crear empleos. Escucharemos hasta el cansancio las promesas del tipo “vote por mí, ¡yo crearé quinientos mil empleos!,” “no, vote por mí, ¡yo crearé seiscientos mil!,” “¡yo un millón!”… Muchos sacarán pecho y dirán que ellos crearon empleos en sus empresas o municipios y que, por lo tanto, saben cómo hacerlo y merecen la confianza del electorado. Otros dirán que son expertos economistas y que eso les da la posibilidad de crear empleos en toda la economía y no solo en un sector o industria, y así…
La promesa de crear empleos es un clásico electoral en Bolivia y la mayoría de los países del mundo. Ofrecer empleos siempre funciona porque le promete a la gente un vehículo para ganarse la vida. Lo cierto, sin embargo, es que la obsesión política con el empleo tiene mucho de populismo y poco de racionalidad económica.
GONZALO SCHWARZ
Las elecciones nos demuestran que en Uruguay la democracia sigue vivita y coleando y que nuestro país sigue siendo un ejemplo de instituciones fuertes en la región. Sin embargo, lo que también nos mostraron es que seguimos pensando de manera paulatina sobre los cambios que requerimos para que los uruguayos alcancen su máximo potencial y tengan más florecimiento humano. Mi país no es el de los grandes cambios, sino de las reformas y movimientos graduales. Donde prevalece más un discurso basado en la seguridad económica y juego de suma cero enfocado en la desigualdad en vez de en el dinamismo económico, el cual a la larga genera más seguridad económica y más movilidad social.
El estar en contra de la desigualdad es loable, si a lo que nos referimos con eso es que nos preocupa que la gente que está en la pobreza no puede salir de ella y que existen barreras que dejan a la gente en la pobreza. Pero, si en cambio, lo vemos como al parecer lo ven varios sectores de la izquierda actual uruguaya como una lucha de clases, como un juego de suma cero que requiere que para que esos pobres salgan de la pobreza hay que atacar o estar en contra de los ricos, ahí ya el concepto de desigualdad económica pierde su relevancia. Ya que al enfocarse en ese aspecto y no en cómo remover las barreras que generan más desigualdad económica acabaremos generando más pobres en el largo plazo.
Hace poco escuchamos propuestas de economistas como Mauricio De Rosa que proponen un impuesto al patrimonio. Cabe destacar que en la actualidad muy pocos países tienen este tipo de impuestos, solamente Colombia, Noruega, Suiza y España. La tendencia en los últimos años ha sido de más bien remover ese tipo de impuestos. En 1995 había 15 países que tenían un impuesto al patrimonio y ahora, como decíamos, hay solo cuatro. Entre los países que han removido sus impuestos al patrimonio luego de experimentar con ellos, se incluye a países como Alemania, Países Bajos, Dinamarca, Finlandia y Suecia, entre algunos de los más llamativos. Si muchos de esos países, y en especial, los escandinavos, que son conocidos como los países con mayor movilidad social y menor desigualdad, remueven esos impuestos, ¿por qué pensamos que en Uruguay eso funcionaría?
DANIEL RAISBECK
Si usted lee la prensa mundial, puede tener la impresión de que Javier Milei, el ganador en las elecciones primarias de Argentina el domingo pasado, es una copia de Jair Bolsonaro, ex presidente de Brasil, a quien varios medios de comunicación apodaron "el Trump de los trópicos".
Es cierto que Bolsonaro apoyó a Milei antes de las elecciones. En una entrevista de 2021, Milei dijo que tenía una "afinidad casi natural" tanto con Bolsonaro como con Donald Trump debido a su "clara agenda contra el socialismo y el comunismo". Cuando Milei fue elegido por primera vez para el Congreso de Argentina en noviembre de 2021, El País informó que algunos de sus partidarios llevaban pines y camisetas con el lema "Libertad, Guns, Bolsonaro, Trump" (un juego de palabras con el acrónimo LGBT). Al igual que Bolsonaro y Trump, Milei rompe con el protocolo político establecido –mediante el uso táctico de lenguaje procaz– y hace caso omiso de la corrección política. Sin embargo, más allá de los trucos y las declaraciones generales, las diferencias de Milei con Trump y Bolsonaro son tan significativas como las similitudes.
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