EDUARDO BOWLES
La Comisión Económica para América Latina (Cepal), en su reciente informe Panorama de la Inserción Internacional de la Región, ha descrito el sombrío horizonte económico que se cierne sobre los países, fundamentalmente, del hemisferio Sur. De hecho, se hace hincapié en el peor desempeño exportador de la región, entre 2012 y 2015, en ocho décadas. El asunto no es casual. Por el contrario, obedece a la conjunción de al menos tres factores que se han ido presentando cada vez más adversos: El precio de las materias primas, las condiciones de liquidez y el dinamismo del comercio internacional. Sin duda, ello resulta nada alentador si se considera el actual modelo exportador regional.
Conviene recordar que el precio de las materias primas ha ido en franco descenso en el mercado internacional, sin que se hayan restablecido niveles otrora auspiciosos. La inmediata consecuencia de este fenómeno se ha manifestado en la abrupta caída de las exportaciones latinoamericanas, se han basado tradicionalmente en la exportación de materias primas como metales y petróleo. El declive histórico del precio del crudo -por ejemplo- ha hecho tambalear hasta sus cimientos varias economías regionales, con distintos matices, pero cuyo impacto se ha reflejado por tercer año consecutivo en sus economías. Además, la baja del precio de metales ha afectado a Chile, Perú y Bolivia.
Esto quiere decir que el modelo exportador de América Latina y El Caribe ha entrado en una fase peligrosa, al punto que las economías no podrán sostenerse salvo que transiten de un modelo exportador de materias primas a un modelo que priorice ya no en cambiar la matriz productiva, sino en diversificar y reformar la matriz productiva. Sin duda que ello significa diversificar los productos y mercados de exportación y dar mayor valor añadido a las ventas al exterior. En otras palabras, implementar políticas de diversificación exportadora. Para enfrentar esta gran contracción comercial urge abrir las economías e integrarse cuanto antes a los nuevos circuitos mundiales del comercio.
En lo que respecta a Bolivia, el déficit comercial se ha hecho patente en el 2015 a raíz del descenso de las exportaciones y el aumento de las importaciones. Luego de doce años continuos de superávit comercial, el país acusa un saldo comercial negativo expresado en 258 millones de dólares. Si se considera que las fuentes de ingreso de divisas para Bolivia se basan en la extracción de materias primas como hidrocarburos y minerales, ambas con precios en tendencia a la baja, resulta previsible que la economía se torne cada vez más precaria. Por tanto, se hace preciso que el Gobierno haga conocer qué se está haciendo para enfrentar los previsibles efectos de una crisis dura y global.
Resulta importante asumir que la economía china ha entrado en una fase de desaceleración con innegables consecuencias a nivel planetario. Ello implica asimismo, efectos a corto, mediano y largo plazo sobre el dinamismo del comercio internacional. La Cepal considera que la región se enfrenta a una encrucijada, donde sigue en el actual camino restringido por un contexto global adverso, o se compromete a una inserción internacional más activa que privilegie la política industrial, la diversificación, la facilitación del comercio y la integración intrarregional. Bolivia, mientras tanto, parece ignorar las voces de alarma que anuncian nocivos efectos sobre la economía nacional.