FERNANDO MOLINA 

Ahora que Europa comienza a recuperarse de la crisis, el mayor riesgo es la deflación. La deflación es una situación de la economía en la que los precios no suben, y entonces los compradores prefieren diferir sus decisiones de compra, con la expectativa de que obtendrán precios mejores en el futuro. En este momento, los precios están casi estacionarios.

En los ramos donde hay ciertos cambios, estos no superan un exiguo 0,5%. Tanto el FMI como el Banco Europeo han alertado sobre este problema. Su causa evidente es la recesión de los últimos años y el elevadísimo nivel de desempleo, que lleva a la población a gastar lo menos posible. Pero también tiene que ver la fortaleza del euro respecto a las otras monedas del Primer Mundo. Hoy un euro, pese a todo, sigue costando casi 30 por ciento más que un dólar.

¿Por qué el euro sigue estando fuerte? Por la política de austeridad que se ha aplicado en el continente, cuyo propósito principal fue despertar la confianza de los inversionistas respecto a países como Italia, España, Portugal y Grecia, de modo que aquellos no abandonaran estas plazas y, en general, no abandonaran el euro. Política de austeridad significa poco gasto. Y si hay (relativamente) pocos euros circulando, entonces estos son un bien escaso, que se cotiza bien. Es aquí donde las autoridades monetarias apuntan sus medidas para enfrentar la deflación.

El Banco Europeo ha bajado las tasas de interés de sus préstamos hasta un insignificante 0,25%. Esto significa que es posible obtener dinero del banco casi sin costo. Pero pocos bancos y países tienen crédito con el Banco Europeo, ya que la mayoría está sobrendeudada. Las autoridades monetarias europeas están pensando, entonces, en herramientas parecidas a las que se acaban de usar en EEUU para meter dinero a la economía sin romper con las normas crediticias en curso. Son medidas de tipo técnico destinadas a aumentar la cantidad de euros en la economía de la Unión Europea, sin alterar al mismo tiempo los límites financieros que ya se han aprobado.

El objetivo, en todo caso, es debilitar el euro frente al dólar, la libra y el yen. De ese modo las importaciones realizadas en estas divisas tenderán a subir de precio, lo que romperá con las expectativas deflacionarias de la población. Una vez que esto ocurra, los productores europeos podrán subir sus precios, con lo que ganarán más y contratarán más. Y en ese caso, los ‘brotes de primavera’ de la economía europea se afianzarán para convertirse en plantas bien nutridas. Ojalá. Pero primero que todo hay que vencer la deflación

Tomado de eldeber.com.bo

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