FERNANDO MOLINA
El presidente Nicolás Maduro trata de acercarse a la empresa privada venezolana, a la que le ha prometido pagarle las divisas que le adeuda, entregarle fondos frescos de inversión, etc. También dispuso una devaluación del bolívar de casi el 100% (válida para la mayoría de las transacciones) y aumentó los precios de algunos artículos ‘regulados’ a fin de lograr que estos reaparezcan en los mercados.
Aunque muchos opinan que estas medidas no tocan los problemas estructurales de la economía, no puede menospreciarse el hecho de que el Gobierno revolucionario haya abandonado, así sea parcialmente, su interpretación de la crisis como un mero epifenómeno de una ‘guerra política’ librada en su contra.
Maduro y sus ministros están aceptando que el modelo económico venezolano no funciona bien, y no por culpa de la oposición, lo que no había ocurrido antes. El presidente venezolano parece haber comprendido, además, que si sigue atacando a los empresarios (como hizo a fines del año pasado obligando a los comerciantes a vender sus productos a unos precios fijados políticamente, lo que derivó en una suerte de ‘saqueos concertados’ de las tiendas), lo único que conseguirá es complicar aún más la situación de carestía, inflación y estancamiento que está atravesando el país.
La economía venezolana parece encaminada hacia un colapso que probablemente influirá en la política del país. Esto es lo que Maduro quiere evitar con decisiones que pueden parecer obvias y no decisivas, pero que antes el régimen venezolano ni siquiera era capaz de concebir: alienta a los productores en lugar de perseguirlos, a fin de disminuir la dependencia del país de las importaciones, que es la causa principal de la falta de dólares que sufre este. Entrega una parte de las divisas que necesitan los importadores y sube los precios oficiales de algunos bienes, a fin de reanudar la marcha del comercio y superar la escasez generalizada, la cual amenaza con poner a ciudadanos tradicionalmente chavistas en contra suyo. Devalúa para disminuir un poco (de 1.100 a 700%) la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, lo que beneficia a las empresas exportadoras y obstaculiza un tanto la corrida del público hacia las monedas fuertes.
Ahora la pregunta es si los males venezolanos no han avanzado ya demasiado como para que el colapso pueda ser conjurado con este tipo de parches, y si la única solución no es un ‘ajuste estructural’ que, sin embargo, parece inmanejable para un movimiento político construido gracias y por medio del dispendio de fondos estatales
Tomado de eldeber.com.bo