FERNANDO MOLINA 

Las sociedades latinoamericanas, crónicamente necesitadas de instituciones fuertes y perdurables, recurren a los caudillos en busca de un antídoto para la anarquía y un árbitro para las disputas en torno a la apropiación de la riqueza natural. Esta predominancia de los caudillos está directamente ligada a la inclinación de estas sociedades a remplazar -de la noche a la mañana y por entero- sus instituciones. Los caudillos necesitan de esta ‘desinstitucionalización’ como caldo de cultivo en el que prosperar. La ventaja de los caudillos, entonces, reside en su adaptación a las condiciones culturales y políticas en las que estos surgen: son la ‘respuesta fácil’ para la administración de la polis allí donde el ambiente es perjudicial para el cultivo de las instituciones (que por otra parte es siempre difícil) y donde, además, el ejercicio de la política requiere de un toque personal y hasta pasional.

Los caudillos latinoamericanos actuales ya no se encumbran sobre la violencia política extrema. Dividiendo a las sociedades en dos partes enfrentadas y asumiendo la representación de la más empobrecida y mayoritaria, pueden formar parte de los sistemas democráticos y usarlos en su propio beneficio. En apariencia, han descubierto el método perfecto para mantenerse en el poder. Pero el caudillismo tiene una desventaja: depender completamente de personas que -por definición- son vulnerables y pasajeras. El caudillismo no desaparece, pero los caudillos se debilitan, enferman e inclusive, como ocurrió con Hugo Chávez, mueren. Esto reintroduce por la ventana la misma inestabilidad que se había tratado de expulsar por la puerta.

La mala salud de Cristina Fernández, que tiene contritos a sus seguidores, confirma lo que decimos, aunque por diversas razones Argentina tenga una mayor institucionalidad que otros países caudillistas, lo que antes ha dificultado el despliegue pleno del kirchnerismo y en este momento le resta dramatismo a lo que parece ser el ‘inicio del final’ de esta variedad de caudillismo. La actual debilidad de Cristina disminuye la probabilidad de que ella intente continuar en el poder, como es lógico.

Ya se empieza a barajar las posibilidades de remplazo, ninguna de las cuales, claro está, será tan potente como la pareja Kirchner. Paradoja que da que pensar: una fórmula ‘perfecta’ para la reproducción del poder se apoya en una base delicada y esencialmente imperfecta: el ser humano

Tomado de eldeber.com.bo

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