FERNANDO MOLINA
John Maynard Keynes creía que las crisis se deben a la decisión de los inversionistas a no invertir, a su inclinación de convertir la riqueza que acaparan en ahorro, en desmedro de la inversión y el consumo. Sus seguidores moderados creen que esta tendencia debe ser combatida con inversión pública y disminución de las tasas de interés; los keynesianos radicales postulan, además, la redistribución de la riqueza, a fin de sacar de las grandes fortunas sumas que se reinyecten en la economía, lo que puede lograrse con impuestos progresivos y estímulo al consumo de los sectores más pobres.
El debate sobre la situación fiscal de EEUU se puede plantear así: o seguir a Keynes tanto como se pueda o, en cambio, negar sus ideas, es decir, para salir de la crisis, estimular la inversión de los ricos dándoles a estos mayores opciones de lucro, disminuyendo los impuestos que deben pagar, recortando el gasto fiscal para asegurar el valor de su dinero. Los demócratas quieren lo primero; los republicanos, lo segundo.
Keynes también está en el centro del debate económico europeo. En el pasado, su doctrina tuvo el efecto negativo de estimular a muchos gobiernos europeos a ‘nacionalizar la inversión’, es decir, a impedir que las empresas poco competitivas perezcan y también a incrementar sus gastos en todos los momentos y no solo en tiempo de vacas flacas. El éxito excesivo del keynesianismo es parte de las limitaciones de las economías europeas para resolver la crisis actual. La Europa keynesiana tiene, en general, problemas de competitividad y un sector público excesivamente caro; las condiciones de vida de los europeos se han hecho cada vez mejores, pero parte de este avance no fue financiado por una mayor y más eficiente producción, sino con deuda pública e impuestos que disminuyen la competitividad privada.
De ahí que las políticas económicas que más consenso están logrando en este momento en el Viejo Continente sean antikeynesianas: recorte fiscal, despidos y muy poca o ninguna redistribución de la riqueza.
No sabemos aún si el actual comportamiento europeo será temporal o iniciará un proceso más estructural que, como pasó en Latinoamérica en los 90, acabará reduciendo considerablemente el ‘Estado de bienestar’. En todo caso, el debate económico europeo, y ahora gracias a la relección de Obama también el estadounidense, seguirá girando en torno a las ideas del señor John Maynard Keynes
Tomado de eldeber.com.bo