FERNANDO MOLINA 

Estados Unidos es una democracia real y, al mismo tiempo, una sociedad polarizada. De la conjunción de estas dos características surgen sus problemas actuales. En el momento en que escribo esta nota, los partidos Demócrata y Republicano negociaban un acuerdo de último momento sobre el presupuesto 2013-2014, que no llegaba pese a que se necesitaba para evitar lo que en inglés llaman ‘shut down’ estatal, es decir, el cierre de los servicios que no se consideran imprescindibles, desde la administración de parques y museos hasta la provisión de nuevos pasaportes, dejando en casa al 30% de la burocracia.

¿Cuál es el fondo del debate presupuestario? La polarización entre conservadores y liberales respecto a la forma de mantener la recuperación de la economía: los primeros creen que es imprescindible disminuir los gastos, a fin de poder disminuir los impuestos, beneficiar así a su electorado y proporcionar una mayor dinámica a la economía; los segundos piensan que es necesario que los ciudadanos adinerados sigan financiando los esfuerzos que hace el Estado para cubrir las espaldas de los más necesitados.

En el centro de este debate está el problema estrella de Obama, el ampliado servicio de salud. Los republicanos quieren sabotearlo, como es lógico, tanto por razones prácticas como por profundas convicciones ideológicas. Los demócratas procuran salvarlo poniendo a sus adversarios entre la espada o la pared: o aprueban el presupuesto con ‘Obamacare’, o serán los responsables del ‘shut down’. A lo que los republicanos responden: los únicos responsables de este lío son y serán siempre ustedes, por su empecinamiento en tirar el dinero de los contribuyentes.

Polarización, entonces, pero al mismo tiempo democracia: Obama no puede eludir la aprobación del Congreso, esto es, de la oposición. A largo plazo, este ejercicio fortalece a Estados Unidos. Pero en este preciso instante pone en riesgo la débil recuperación económica que ha logrado hasta ahora. El espectáculo de la pelea política, peor si llega al extremo de la detención parcial de uno de los aparatos burocráticos más grandes del mundo, no es el show que los inversionistas quieren ver.

En especial porque están pensando en lo que ocurrirá en el siguiente debate financiero, que se producirá a mediados de octubre. Entonces el Congreso debería ampliar el techo de financiamiento que el Gobierno está autorizado a contratar para poder pagar sus cuentas. Los republicanos no quieren hacerlo, y si se mantienen en sus trece pondrían a Estados Unidos, una vez más, al borde de la cesación de pagos. Lo que para los inversionistas ya no solo sería el culebrón fiscal de hoy, sino una película de terror.

Tomado de eldeber.com.bo

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