JUAN ANTONIO MORALES 

La prensa internacional, incluyendo el influyente New York Times (16-02-2014), ha estado llenando de elogios a la política económica boliviana. El piropo principal es al nivel de reservas internacionales, que en relación con el PIB es superior al de China.

Como ya dijimos en artículos anteriores, tan alto nivel de reservas es una buena y una mala noticia a la vez. Es buena, porque representa un seguro para la estabilidad económica y financiera. Es un seguro, tanto o más importante que la economía del país esté muy poco diversificada, que puede sufrir un shock de caída de precios de sus exportaciones y que, además, el sistema cambiario es de tipo de cambio fijo. Sin embargo, sobreasegurarse con reservas más allá de las necesarias indica, más bien, ineficiencia, porque se descansa en ellas para compensar la debilidad de la política fiscal y monetaria.

La acumulación de reservas internacionales proviene de los superávits en cuenta corriente de la balanza de pagos. Los hay porque la inversión es demasiado baja para el nivel de ahorro que se tiene. El ahorro proviene de los ingresos extraordinarios, llovidos del cielo, con el que nos hemos estado beneficiando. Es más bien una mala noticia si es la baja inversión la que ocasiona la acumulación de reservas.

Más aun: mantener tan altas reservas tiene costos, porque sus rendimientos son muy bajos, comparados con utilizaciones alternativas. Hay un costo de oportunidad de mantener esa política mercantilista.
La tasa de inversión tiene que aumentar para que las reservas no nos causen una indigestión. Si bien la inversión tiene que aumentar, es la inversión privada la que debe hacerlo. Es ahora cuando los empresarios privados deberían efectuar sus compras de maquinaria y equipo para modernizarse y aumentar su productividad.

En cambio, invertir en empresas públicas tiene costos de eficiencia y desvía el escaso talento administrativo del Gobierno de tareas que le son propias, como la provisión de infraestructura y servicios como salud, educación y seguridad ciudadana.
El problema no está solamente en un aumento excesivo de la inversión en empresas públicas, sino en que ella está siendo financiada por el Banco Central de Bolivia (BCB), además con tasas de interés por debajo de lo que paga el Tesoro General del Estado a los bonistas extranjeros y con plazos muy largos. Los créditos del BCB a las empresas públicas han abierto, además, las compuertas para que otros solicitantes, como los gobiernos municipales, también los pidan.

El BCB ya no tiene experiencia en administrar créditos de desarrollo. Su especialidad está (o debiera estar) en operaciones monetarias, que son muy distintas de las crediticias. Entonces, ¿por qué resucitar la gerencia de desarrollo que se cerró en 1995, aun si los créditos esta vez se destinan al sector público y no al privado?
Obligar al BCB, como se lo está haciendo, a prestar a las empresas públicas, mediante colgajos a las leyes financiales y violando la ley del BCB, está originando riesgos legales evitables para sus ejecutivos. Pone en entredicho la independencia del BCB y le causa problemas de credibilidad. No es el mejor uso de las reservas internacionales.

Es cierto que después de la crisis financiera internacional se ha abierto un gran debate, especialmente en los medios académicos, sobre el papel de los bancos centrales. El debate está lejos de estar zanjado, pero no aparece en los temas de discusión que los bancos centrales se conviertan en banqueros de las empresas estatales. De hecho, no debe haber muchos bancos centrales en el mundo que financian a empresas estatales.

La mejor solución es destinar una parte de las actuales altas reservas a un fondo de inversión, un poco como lo hace el prestigioso Fondo Petrolero Estatal de Noruega. Una recomendación similar, que no debiera ser desoída, está dada en la última consulta del Artículo 4 del FMI.

Economista.

Tomado de paginasiete

Pin It