JUAN ANTONIO MORALES

Según la última publicación del INE, la inflación acumulada a 12 meses, es decir de julio de 2013 a julio de 2014, ha sido de 7.5%. La inflación está pues con una tasa anual superior a la meta del gobierno del 5.5%. Es cierto que faltan todavía cinco meses hasta fin de año y que las cosas pueden todavía cambiar. Con todo, para alcanzar la meta del 5.5% la inflación mensual promedio de los próximos cinco meses no debe ser mayor a 0.32%, lo que parece difícil.

Se puede conjeturar que el aumento de la inflación se ha debido sobre todo a shocks exógenos, que escapan al control de las autoridades, como los producidos por factores climáticos. Sin embargo, es responsabilidad de ellas responder adecuadamente a los shocks exógenos y, sobre todo, evitar que se conviertan en permanentes por la vía de ajustes salariales o porque afectan a las expectativas de los que pueden fijar precios.
Con el tipo de cambio fijo, la inflación nacional debería estar convergiendo a la inflación de los Estados Unidos, lo que no ha estado pasando. Tampoco hay convergencia de nuestra inflación a la inflación -medida en dólares- de nuestros socios comerciales de la región, la mayoría de los cuales tienen tipos de cambio más flexibles que el nuestro.

La política cambiaria boliviana, con su tipo de cambio superfijo, no es fundamentalmente diferente de la dolarización ecuatoriana, y allá la inflación es la mitad de la boliviana. Si no se logra la convergencia de la inflación nacional a la internacional, la pérdida de competitividad que resulta, pueden ser muy destructivas en el largo plazo.
Si bien son los shocks exógenos el principal factor para que la inflación sea más alta que la que el Gobierno anuncia, la política fiscal expansiva y la política monetaria débil han estado también contribuyendo. Hay que añadir, además, el efecto sobre los costos de producción y, en consecuencia, los precios de una política salarial muy dinámica.

El año 2013 el consumo del Gobierno creció en un 9% por encima de la inflación. El paquete de inversión pública (4.950 millones de dólares el 2013) ha sido también demasiado grande, lo que si bien puede estar dándole un empujón al crecimiento del PIB, tiene, en cambio, el costo de una mayor inflación. Sea dicho de paso, los subsidios a los alimentos para controlar sus precios por Emapa están siendo muy costosos fiscalmente.

Con relación a la política monetaria habría mucho que decir. El coeficiente Base Monetaria del PIB ha estado en 21% el 2013. Antes de la bonanza de las exportaciones solía ser del 7.5%. La base monetaria es el concepto más elemental de dinero. Si ese coeficiente tan alto (21%) refleja una demanda estable por dinero no habría porque preocuparse. Es una contrapartida (parcial) de la acumulación de Reservas Internacionales. El problema está en que la demanda podría desestabilizarse por cambios de expectativas o por shocks exógenos.

Le corresponde a la política monetaria estabilizar las expectativas y encontrar las respuestas adecuadas para encarar los shocks exógenos. La credibilidad del BCB es esencial para estabilizar las expectativas y de ella depende, a su vez, que cesen sus préstamos a las empresas estatales. Lamentablemente, la política monetaria está sin espacio para moverse; constreñida por el tipo de cambio fijo, los techos y pisos para las tasas de interés, así como las tasas diferenciadas de encaje legal.

El BCB no puede delegar la responsabilidad de controlar la inflación al Ministerio de Desarrollo Productivo. Las medidas antimercado de ese ministerio -tales como las prohibiciones temporales de exportación y amenazas de juicios penales a los comerciantes que hagan subir los precios- sólo producen alivios temporales y, a la larga, conducirán a la escaseces, porque se habrá desalentado a los productores. Es una lección que nos viene desde la época del emperador romano Dioclesiano (siglo III después de Cristo).

Juan Antonio Morales es profesor de la Universidad Católica Boliviana y expresidente del
Banco Central de Bolivia

Tomado de paginasiete.bo

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