JUAN ANTONIO MORALES
El Órgano Ejecutivo ha enviado hace pocos días a la Asamblea Plurinacional un proyecto de ley con el rimbombante nombre de Fondo para la Revolución Industrial Productiva (FINPRO), que se financiaría con 1.200 millones de dólares de las reservas internacionales (RIN).
Una vez más se juega con el poder de encantación de las palabras y no se entra en detalles de cómo funcionará FINPRO. Por declaraciones de algunos parlamentarios oficialistas, recogidas por Página Siete, los préstamos de FINPRO se otorgarán sin intereses. Será entonces una sociedad de beneficencia, que dona intereses a las empresas beneficiarias.
Noruega, los países árabes petroleros y varios otros tienen Fondos de Inversión, donde se acumulan los superávit fiscales. Tienen por objeto extender en el tiempo la bonanza de los recursos naturales y los impuestos que generan. Si hay una preocupación por las futuras generaciones, hay que estar previendo qué pasará cuando ya no habrá más gas (o mercados para el gas) ni más minerales. De hecho, la producción de algunos minerales parece haberse estancado, a pesar de los altos precios internacionales.
El pensador venezolano Arturo Uslar Pietri acuñó en los años 40 la frase “sembrar el petróleo”, con lo que quería decir que había que prolongar la bonanza petrolera, invirtiendo las ganancias en otros sectores de la economía.
Los Fondos de Inversión, que se los llama también Fondos Soberanos de Riqueza (Sovereign Wealth Funds, en inglés), invierten en activos que sean lo más rentables y seguros posibles, en el país y fuera de las fronteras. Los Fondos de Inversión difieren de los Fondos de Estabilización, que tienen por finalidad suavizar internamente los efectos de los choques exógenos adversos, especialmente las caídas de precios internacionales.
Los países más previsores tienen un Fondo de Estabilización y un Fondo de Inversión.
A pesar de los indiscutibles méritos de los Fondos de Inversión, son una solución “segundo mejor”. La solución óptima, que además es poco costosa, es asegurar, con leyes y reglas estables que se cumplan, las mejores condiciones para la inversión privada. Con un buen ambiente para las inversiones, los inversionistas aprovecharían las señales que le vienen de la bonanza externa, invirtiendo en maquinaria y equipo, y no solamente en construcciones. Las amplias reservas internacionales facilitarán la importación de maquinarias y equipo.
Alojar al FINPRO en el BCB no es una buena idea, porque va a interferir con la política monetaria. A su vez los requerimientos de la política monetaria pueden hacer que FINPRO funcione más lentamente de lo deseado. No hay que olvidar que hasta el año 1995, se tenía la Gerencia de Desarrollo del BCB, como banco de segundo piso, como se está sugiriendo para FINPRO. Era un banco dentro del banco. Con la ley del BCB se cerró enhorabuena esa gerencia y se trasladaron sus activos y pasivos a la Nacional Financiera Boliviana (Nafibo). Creo que FINPRO debería estar más bien en el Banco de Desarrollo Productivo (BDP), heredero de Nafibo.
Si FINPRO tiene pocos objetivos pero claros, cumplirá mejor sus funciones. Deberá otorgar sus préstamos a empresas rentables, en condiciones comerciales, o a proyectos prometedores, debidamente evaluados y conducidos por gestores competentes. Las empresas públicas para funcionar bien necesitan un marco jurídico apropiado, que deje a los ejecutivos márgenes de libertad, sin perjuicio de que se les exija rendición de cuentas.
No es con la Ley Quiroga Santa Cruz ni acosando judicialmente a los ejecutivos, con vagas acusaciones de “incumplimiento de deberes”, que se va a conseguir una administración eficiente. Mas al contrario, el talento empresarial no querrá trasladarse del sector privado a una empresa pública, donde correrá enormes riesgos legales y además le pagarán menos.
Juan Antonio Morales es profesor de la Universidad Católica Boliviana y ex presidente del Banco Central de Bolivia, con detención domiciliaria desde hace cinco meses.
Tomado de paginasiete.bo