Brexit: Individualismo > Nacionalismo > Globalismo
JEFF DEIST
Hunter S. Thompson, mirando atrás a la contracultura de los sesenta en San Francisco, lamentaba el fin de esa era y su imaginaria inocencia infantil florida:
Así que ahora, menos de cinco años después, se puede subir a una colina empinada en Las Vegas y mirar a poniente y con la mirada correcta casi se puede ver la marca de la marea: ese lugar donde rompió finalmente la ola y se retiró.
¿El voto del Brexit de hoy, gane o pierda, marcará igualmente el lugar en el que la en un momento inevitable marcha de del globalismo empiece a retroceder? ¿Ha llegado la gente normal del mundo al punto en el que las preguntas reales acerca de la autodeterminación se han hecho tan agudas que ya no pueden ignorarse?
La ayuda extranjera es proteccionismo
MARCEL GAUTREAU
A medida que el espectro del nacionalismo económico sigue vagamente acechando a los Estados Unidos, los economistas se encuentran en una especie de punto muerto. El libre comercio es tan claramente eficiente en la promoción del bienestar humano que incluso los economistas escépticos o abiertamente hostiles a la escuela austriaca lo apoyan al menos como un ideal amplio, aunque sólo sea como un combustible necesario para altruistas y buscadores de rentas. Sin embargo, los enemigos del libre comercio persisten, buscando incansablemente casos de sociedades que efectivamente se sitiaron con políticas proteccionistas y que no sufrieron las consecuencias apocalípticas alegadas por los economistas de la torre de marfil.
Pero es interesante que una de las políticas que los nacionalistas económicos consideran mala es una que, con todo derecho, deberían considerar como buena. Y el hecho de que no lo hagan constituye un error imperdonable de lógica. Estoy hablando de la ayuda extranjera.
Los libertarios entienden bien que tomar el dinero de los pobres de un país rico y dárselo a los ricos de un país pobre es una política indeseable. Y aquí los populistas nacionales están de acuerdo con nosotros. Pat Buchanan se quejó sin cesar contra los regalos de ayuda extranjera «gastada en defensa de naciones ricas que se niegan a defenderse a sí mismas». Más recientemente, Tucker Carlson ha lamentado el hecho de que nuestros líderes han «gastado enormes sumas de sus impuestos para mejorar el cuidado de salud en los países que nos odian».
La densidad de la población no resuelve el rompecabezas de la propagación del COVID-19
RYAN MCMAKEN
Cuando se examinan las comparaciones de las tasas de mortalidad de COVID-19 entre países, o entre estados de los Estados Unidos, muchos observadores ocasionales de los medios de comunicación social y de las secciones de comentarios de las publicaciones suelen señalar rápidamente la densidad de población como el factor abrumador y decisivo para determinar la infección general.
A menudo se supone simplemente que esto es evidente. Pero cuando observamos las diferencias en las muertes por COVID-19—por ejemplo, las diferencias entre Suecia y el Reino Unido—esto no es realmente tan obvio como mucha gente parece suponer.
En muchos casos, la «evidencia» proporcionada se basa demasiado en la agregación, y en otros casos, la suposición de que una mayor densidad conduce a mayores muertes ignora el hecho de que las zonas más densas suelen traer consigo factores atenuantes—como un mayor acceso a las instituciones de atención de salud—que pueden conducir a menores tasas de mortalidad en las zonas más densas, incluso si las tasas de infección son más altas.
¿Qué importa para una mayor prosperidad: la Libertad Económica o las sonrisas?
VICTOR H. BECERRA Y MIGUEL A. CERVANTES
Se ha vuelto una moda en muchos países, el que los políticos hablen de que el crecimiento no importa, de que lo importante es la felicidad y equidad en el reparto de la riqueza. Quizá no podría ser de otra manera, ante la fuerte crisis económica que estamos viviendo y que apenas inicia: Muchos políticos y burócratas buscan distraer a ciudadanos y analistas para que no realicen un examen riguroso de su trabajo, y por eso hoy hablan de medir sonrisas, felicidad, satisfacción y otros muchos nuevos “indicadores”.
Muchas de las mediciones tradicionales sin duda son incompletas o parciales, pero cumplen una función, ya que permiten medir objetivamente los avances de las sociedades y de sus individuos. Así que no pueden desecharse sin más y menos por nuevas medidas arbitrarias, muchas veces surgidas del capricho y los pretextos de los políticos y que por ello, no miden finalmente nada.
Una de esas medidas que es indispensable conservar y revalorar es la medición de la libertad económica de países, zonas geográficas, ciudades específicas, ya que hace posible una comparación objetiva y permite apreciar los avances concretos en el tiempo.
Al respecto, el Ranking de Libertad Económica del Instituto Fraser provee una descripción comprehensiva del nivel y el desarrollo del libre mercado en un país específico. Este ranking se basa en cinco componentes: 1) El tamaño del gobierno, 2) el sistema legal, 3) la moneda sana, 4) el libre comercio y finalmente, 5) la regulación de crédito, trabajo y empresas.
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