Bolivia en realidad no tiene una historia de éxito socialista
BRITTANY HUNTER
Venezuela es un desastre; este es un hecho indiscutible. Cuando la gente se come a sus mascotas para evitar el hambre, algo se ha vuelto terriblemente mal. Y aunque este tipo de horror es típico de los regímenes socialistas que niegan la santidad del individuo, todavía hay muchos defensores del socialismo que quieren hacernos creer que Venezuela es un país atípico, en lugar de un ejemplo principal.
Y para eliminar la abrumadora evidencia de que el socialismo conduce en última instancia a la catástrofe, los apologistas también se aferran a los regímenes socialistas aparentemente «exitosos» para citarlos.
El ejemplo más reciente de ello es el de Bolivia, que ha disfrutado de un crecimiento económico en los últimos años. El país estuvo dirigido por el autoproclamado presidente socialista Evo Morales. Morales está tan dedicado a esta filosofía que, al conocer al Papa hace unos años, le regaló un «crucifijo comunista», en el que Cristo está representado en una cruz adornada con una hoz y un martillo.
Bolivia: entre la ineptitud opositora, los carnavales y la crisis económica
HUGO BALDERRAMA
Cuando Luis Arce Catacora tomó el poder en noviembre del 2020, anunció un plan de acción para enfrentar la pandemia y retomar el camino del supuesto «milagro económico». Pero hasta la fecha no se ven acciones claras por parte del gobierno para enfrentar el COVID19 -incluso nos pidió aguantarnos- y el programa económico es sólo una continuidad de los errores que se cometieron entre el 2006 y el 2019.
Pero antes de continuar es necesario aclarar algo.
El milagro económico boliviano no era nada más que la suma de tres burbujas. Como magistralmente lo describe el economista Mauricio Ríos García.
La primera burbuja inicia cuando el Estado boliviano se apropia de los hidrocarburos y toda su cadena productiva. Para luego gozar de los ingresos que generaba su exportación a precios inéditamente altos. Fenómeno que se originó en la irresponsable manera en que la Reserva Federal (FED) de los EEUU redujo las tasas de interés, además de otras medidas llevadas a cabo por el gobierno federal.
La salida del comunismo de Rusia
HANS F. SENNHOLZ
Los lazos políticos y económicos que ataban a la Unión Soviética durante unos 70 años no pueden desaparecer en un año o siquiera en una década. Dejan sus marcas indelebles no solo en las instituciones políticas y sociales que acompañan a la vida económica, sino asimismo en la psique y las costumbres de la gente. No puede esperarse que una nación que ha soportado durante siglos los dictados de zares y comisarios omnipotentes encuentre su camino hacia la luz de la democracia en unos pocos años.
Una nación que se ha visto privada durante dos generaciones de la propiedad privada en la producción no puede materialmente desarrollar un orden de mercado en pocos meses. Sin un fundamento educativo e ideológico, sin tradición ni experiencia, no puede sorprender que la gran tarea doble de construir la democracia y el capitalismo sea ardua y difícil.
Pocos economistas habían esperado la desintegración de la Unión Soviética desde que Ludwig von Mises demostrara la «imposibilidad del socialismo», en su obra de 1922, Socialismo. Había apuntado que «en una comunidad socialista falta la posibilidad de cálculo económico: por tanto, es imposible evaluar el coste y resultado de una operación económica».
La función empresarial y la construcción del mañana
HUGO BALDERRAMA
Cuando un joven ingresa a la facultad de economía se encuentra con tres dogmas: a) la desigualdad social, b) la concentración de la riqueza en pocas manos y c) el Estado como planificador de la economía.
Sin embargo, aunque estos tres axiomas gocen de un aura de irrefutabilidad, no dejan de ser unos sofismas muy bien mercadeados. Pues están sustentados en considerar la riqueza como una cantidad fija, en una obsesión casi enfermiza en la desigualdad y, especialmente, en obviar por completo el rol de la función empresarial.
Por otro lado, la macroeconomía no contempla el papel de la función empresarial. Y en el análisis económico neoclásico, desarrollado sobre modelos de carácter estático, de los que el de competencia perfecta constituye el eje central, tampoco tiene cabida el desarrollo de la función empresarial, siendo el empresario un elemento extraño al elegante paradigma neoclásico.
Antes de continuar, es importante aclarar que cuando hablamos de la función empresarial nos referimos a uno de los elementos fundamentales para el análisis dinámico de un sistema económico y no de manera exclusiva a los hombres de negocios.
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