La imperiosa necesidad del ahorro para la prosperidad
DIEGO BARCELÓ LARRAN
Leo el siguiente párrafo en un artículo:
Cuanto más baja es la tasa de ahorro, más dinero se destina al consumo y esto, en último término, repercute en el crecimiento de la economía. Por el contrario, si los ciudadanos apuestan por ahorrar en previsión de futuras dificultades, se detrae el gasto en bienes y servicios y se ralentiza la economía.
No importa el medio ni el autor de la cita. Señalo ese párrafo como el ejemplo perfecto de cómo considera que funciona la economía el grueso de políticos, periodistas, profesores, empresarios y público en general. “Es de sentido común”, dirán unos. “Es lo que enseñó Keynes”, argumentarán otros.
No niego que, en su simpleza, ese razonamiento pueda resultar “lógico”. El problema es que, lamentablemente, la economía no funciona así. El consumo no es el motor ni la fuerza que pone en marcha la rueda económica.
¿Qué es justicia social?
JOSÉ AZEL
La justicia social examina cómo una sociedad escoge distribuir las cosas que valora, entre ellas ingresos, riqueza, poder, y más. La justicia social pregunta: ¿Qué es lo correcto a hacer? Hace casi 2,500 años Platón discutió filosóficamente sobre justicia, y todavía no logramos un entendimiento.
El filósofo contemporáneo Michael J Sandel identifica tres objetivos que una sociedad puede utilizar para regular la distribución de bienes -maximizar el bienestar social, promover virtudes en la ciudadanía, o respetar las libertades individuales. Cada una de esas ideas rivales requiere un diferente concepto de justicia, y cada una encuentra su camino en nuestras leyes.
La idea de que el bienestar social se determina como consecuencia de una política está enraizada en la filosofía del utilitarismo, que sostiene que lo correcto a hacer es lo que maximice el bienestar social. Para los utilitaristas una política justa es la que incremente la felicidad colectiva de la sociedad. Creen que el supremo principio de moralidad es maximizar la felicidad evaluando costos y beneficios.
3 razones por las que los millennials deberían cambiar a Karl Marx por Ayn Rand
LEISA MILLER
Queridos hermanos come tostadas de aguacate,
Necesitamos abandonar a Karl Marx como lo hicimos con la televisión por cable.
Somos una generación harta de guerras (y amenazas de guerras), tiroteos masivos y sensacionalismo mediático. Como embajadores de la economía cooperativa e inversionista de criptomonedas, estimamos mucho la innovación y el emprendimiento.
Karl Marx no es quien creemos que es. Su filosofía no se ajusta a nuestros valores en lo absoluto. Necesitamos mirar a alguien más conectado con lo que es importante para nosotros, alguien como Ayn Rand.
Aquí hay 3 razones por las que deberíamos echar al viejo Karl a la acera y recoger a Ayn Rand en su lugar.
Un alarmismo que sirve el poder, por Ian Vásquez
IAN VÁSQUEZ
Recientemente el columnista del “Washington Post” George Will escribió: “La escasez sirve de excusa reciclable para agrandar el Estado”. Declaraciones de que hay demasiadas personas en el planeta y se nos están acabando los recursos naturales, la comida, la tierra fértil, etc. sirven para otorgar cada vez más poder a quienes nos gobiernan.
En la medida en que se polariza la sociedad y empieza el ciclo político, podemos esperar con más frecuencia que se cuestione la moralidad del uso y consumo de un sinnúmero de bienes y, llevándolo a un extremo, hasta la misma existencia de las personas. Es así como hace poco el “New York Times” publicó un artículo de opinión que preguntaba: “¿Sería la extinción humana una tragedia?”. “Bien podría ser”, respondió el autor, “que la extinción de la humanidad mejoraría el mundo”. La congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez representa a un creciente movimiento antinatalista cuando pregunta: “¿Todavía está bien tener hijos?”.
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