ARMANDO MÉNDEZ
A fines del año 2001 Argentina eliminó su sistema de conversión de un peso argentino por un dólar con el propósito de eliminar las altas expectativas de inflación. Se logró bajarla substancialmente hasta, incluso, llegar a la deflación en los últimos tres años antes de la eliminación de la caja de conversión.
La decisión implicó que Argentina renunciaba a utilizar el tipo de cambio como instrumento para manipular el comercio exterior. El hecho es que durante toda esa década su déficit fiscal crecía continuamente, con un déficit externo del orden del 3% y su deuda externa crecía constantemente (66% del PIB para el año 2001). Los tres últimos años antes de la medida la economía argentina estaba con fuerte recesión.
Argentina decidió eliminar la caja de conversión y simultáneamente impedir a la gente retirar los depósitos bancarios en dólares, lo que se vino en denominar “el corralito”. ¿Qué pasó después? El año 2002 fue terrible, se convirtieron a pesos los depósitos bancarios, el sector público cerró con un déficit fiscal enorme y del 16% del PIB, las exportaciones cayeron en un 7% pero las importaciones se desplomaron, cayeron a la mitad. La tasa de inflación anual se disparó a un 26%, el PIB cayó en un 11%, la deuda externa trepó al 154% del PIB y Argentina entró en default.
Grecia y Argentina son economías casi de igual tamaño, con un PIB en torno a los 350 mil millones de dólares.
Desde inicios del siglo XXI Grecia presenta continuo déficit fiscal y en promedio mayor al 9% del PIB. Ingresa a su quinto año de depresión económica. Vivió una gran caída tanto de exportaciones como de importaciones en el año 2009 de la cual no se recupera. Lo único bajo es la tasa de inflación.
Ante la posibilidad de que Grecia salga de la zona del euro y vuelva a imprimir su moneda nacional: el dracma, los griegos ya sacan el dinero en euros de los bancos y se acrecienta el peligro inminente de que su país se declare en suspensión de pagos. Aun más, es posible que llegue un Gobierno que impulse lo indicado.
Hay quienes piensan que a Grecia le conviene abandonar de manera “ordenada el euro” sabiendo que tendrá costos pero creen que serían menores a seguir en la zona del euro, atado a una deuda que puede ser impagable, aunque ya reducida por la quita. Dicen que la solución es el default, como lo hizo Argentina. Quienes piensan así no toman en cuenta que la economía griega para amortiguar y salir de su grave depresión requiere más deuda, porque eso le significa disponer de recursos reales para atenuar, primero, la depresión económica; segundo, realizar ajustes estructurales costosos y, tercero, eliminar los obstáculos estructurales que le están impidiendo reanudar un crecimiento económico sostenible. Luego deberá reducir paulatinamente la deuda.
La consecuencia inmediata de una declaración de default por parte de Grecia será que se frene en seco un mayor endeudamiento externo. Ante la imposibilidad de contar con recursos genuinos su Gobierno se verá en la necesidad imperiosa de abandonar la zona del euro y restablecer su moneda nacional.
En ausencia de ingresos suficientes para atender su gasto fiscal tendrá que acudir a créditos de su Banco Central. Esta sola posibilidad hará que la gente retenga sus ahorros en euros, que los saque de los bancos ante el legítimo temor de que sus autoridades por ley les obliguen a cambiar sus euros por dracmas a un tipo de cambio determinado por el Gobierno. Cualquier liquidez adicional que tenga la convertirá en euros, por lo que el tipo de cambio entre la dracma y el euro continuamente subirá. Esto podría generar un tipo de cambio que incentive sus exportaciones pero también generará expectativas de inflación. Pero las exportaciones dependen también de otras variables económicas exógenas a decisiones gubernamentales y que son más importantes que el tipo de cambio.
El default de la deuda externa griega confirmará que su repago era y es inviable. Que no existe deuda sin riesgos, que la pública es riesgosa. Sus tenedores últimos, que ya la adquieren a precio de gallina muerta, no perderán mucho, porque hace rato estuvieron cayendo de precio en los mercados. Aquí no está el problema. El problema está en que se dará la señal al mundo financiero para que ponga en duda todas las deudas públicas de los gobiernos de los países desarrollados, que hasta ahora habrían sido consideradas seguras. Los mercados internalizarán la posibilidad de que otros estados pueden incurrir en el mismo hecho, default. Esto podría ser el inicio del sinceramiento de la calidad de la riqueza financiera proveniente de la hipertrofiada deuda pública mundial.
Armando Méndez Morales es miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.