ARMANDO MÉNDEZ
No cabe duda que toda sociedad, por más evolucionada que esté, tiene conflictos. La forma de administrar ese conflicto, en el largo pasado de la humanidad, fue el autoritarismo político de quien gobernaba a un determinado grupo social y en un área geográfica también de alguna manera definida.
Recién en los últimos dos siglos, el Gobierno de los pueblos toma la forma democrática representativa con el propósito no de eliminar el conflicto sino de resolverlo de manera civilizada y racional.
El sistema democrático, con este propósito, ha creado lo que se llama Poder Legislativo, la “Cámara de Representantes del Pueblo”, el primer poder político de toda sociedad democráticamente moderna y consolidada, que es el lugar del debate, del “parle”, del amarre, el lugar donde se discuten y se resuelven los conflictos sociales, no los individuales. Estos últimos se resuelven en otra parte. En los mercados si son económicos. Si son de otra índole, el lugar es en el seno de las familias.
Cuando se incumplen los acuerdos efectuados en los mercados, el Poder Judicial es el encargado de obligar su cumplimiento. Cuando esto no sucede, cuando una de las partes no quiere acatar una decisión judicial, entonces, para su observancia lo determinado judicialmente se transmite al Poder Ejecutivo, quien utilizando la fuerza policial finalmente hace cumplir la ley.
Para que la democracia sea viable es necesario que las atribuciones gubernamentales sean reducidas y con precisión determinadas. No es recomendable que los gobiernos tengan muchas atribuciones en cuanto a la economía.
Una fuente principal de problemas, que enfrenta toda sociedad, son económicos. Si éstos tuviesen que ser tratados y resueltos por la cámara de representantes, se puede afirmar con seguridad que no sería posible el acuerdo, por la sencilla razón del choque de intereses.
Viene el “zafarrancho” si los representantes nacionales tuviesen que decidir lo que cada región de un país debiera producir. La divergencia de intereses sería enorme; todos, además, queriendo ganar con el criterio dominante de “lo que tú ganas, pierdo yo”, llevaría inexorablemente, más temprano que tarde, a la desaparición de la democracia y la instauración de una dictadura, puesta al servicio de ciertos intereses.
El Poder Legislativo tiene por demás y difícil trabajo con los temas tributarios y gasto público, que son de su absoluta e imprescriptible competencia, para dedicarse adicionalmente a otros, por ejemplo, a políticas selectivas o sectoriales que persigan el desarrollo de ciertos sectores económicos.
La primera pregunta sería ¿cuáles? y la segunda ¿por qué? Adicionalmente, ¿cuáles políticas? ¿Por qué ciertos sectores y no otros? No hay que olvidar que gusta la saliva propia pero no la ajena. Gente muy bien intencionada cree que esto es posible y deseable, sin percatarse que esto lleva inexorablemente al autoritarismo.
Las únicas negociaciones económicas exitosas y pacíficas son aquellas que se focalizan entre oferentes y demandantes, que siendo intereses contrapuestos, sin embargo, de manera exitosa y eficiente se llevan a cabo en los mercados, porque estas negociaciones están basadas en el racional criterio de la ganancia mutua y están despolitizadas.
Por lo señalado, se concluye que la otra cara de la democracia representativa es la economía de mercado, porque los conflictos, que siempre existen en la actividad económica, se resuelven pacíficamente en los mercados, sin necesidad de intervención de la autoridad pública.
¿Cómo podemos construir un país en que aymaras, quechuas, collas, cambas, chapacos y otros más, se entiendan sin la necesidad de ponerse previamente de acuerdo en una acartonada y discursiva visión ideológica de país y de futuro? Es mediante el desarrollo de una economía de mercado. ¿O usted cree que lo avanzado –aunque poco- desde que la república nació es producto de los salvadores de la patria, de hombres iluminados, que se sucedieron uno tras otro en el Palacio de Gobierno, y que impusieron su visión sobre la conducta de “las masas”? ¡Nada que ver!
Lo poco que el país avanzó es gracias al desarrollo lento de los mercados, al laborioso trabajo de los informales que en las primeras horas de cada día inician su ardua y dura tarea. Los que están haciendo el desarrollo de Bolivia son los empresarios, los trabajadores, los gremiales que pululan por todo el país, los mercaderes, vivanderos, “los puestos fijos” y “puestos móviles” que brotan como hongos por las calles de todas las ciudades del país, ganándose honesta y sacrificadamente el pan de cada día.
Que los gobiernos puedan haber impulsado a la economía en los países hoy desarrollados es una hipótesis viable, pero si se añade, sólo porque fueron gobiernos más o menos autoritarios, puestos al servicio de los intereses muy dinámicos de algunos, pero jamás de todos. Las dominantes ideas, hoy, de equidad y de Estado benefactor son muy recientes, y son consecuencia del desarrollo económico y no a la inversa.
Armando Méndez Morales es miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.
Tomado de páginasiete.bo