HENRY OPORTO 

“Si es para producir menos, entonces no hay por qué nacionalizar”. Son las palabras del Primer Mandatario, aparentemente frustrado por los resultados de la nacionalizada empresa Colquiri. Las cifras que él mismo ha expuesto en su mensaje del 22 de enero no son para menos: en apenas seis meses, la producción de Colquiri ha sufrido una caída de 25%, al tiempo que el número de trabajadores ha crecido de 950 a 1.249 (30% más). Otros datos mostrados por Página Siete (23/1/2013) dan cuenta de que la utilidad neta de la empresa Colquiri ha disminuido en 430%, por el aumento de los costos laborales, de operación y el descenso de la producción. Los costos laborales se han duplicado de 879.890 dólares a 1,7 millones de dólares.

Tal como se temía, la mina Colquiri, bajo administración de Comibol, ha engrosado su nómina de trabajadores y ahora produce menos que antes de su nacionalización. Esto sugiere que la productividad laboral ha disminuido dramáticamente y que la gestión es menos eficiente.

Con ello se agrava una debilidad estructural. Jorge Espinoza ha mostrado en el libroLos dilemas de la minería que un trabajador de la minería mediana exporta, en valor, nueve veces más que un trabajador de Comibol. La baja productividad en las operaciones de las empresas mineras estatales es evidente.

Por si fuera poco, en Colquiri se han paralizado las inversiones. Lo ha dicho un alto dirigente laboral de esa empresa. Comibol habría incumplido su compromiso de aportar capital a las operaciones de esta conflictiva mina. Se confirma así otro problema crónico de las empresas estatales que no cuentan con recursos de inversión; menos ahora que sus utilidades se diluyen.

La queja del Presidente bien podría haber sido una autocrítica. La nacionalización de Colquiri fue una medida improvisada, carente de justificación técnica y económica, adoptada bajo la presión de un conflicto social y no exenta de una dosis de demagogia. Se ha visto lo mismo con otras medidas similares: la ideología ha primado sobre la racionalidad económica y el voluntarismo ha sustituido a la evaluación técnico-financiera, los estudios de mercado, la compulsa objetiva de las posibilidades, la planificación profesional.

El Presidente y sus ministros se llevarían otras sorpresas desagradables si ordenaran una auditoría independiente a todas las empresas nacionalizadas.

Cabría esperar que estas empresas fueran transparentes y que la información sobre ellas estuviera disponible. Pero ocurre lo contrario: las empresas públicas son una caja negra; no se sabe qué hay por dentro y por supuesto escapan a la fiscalización y el análisis de desempeño y resultados.

Tampoco se conoce con precisión el costo de las expropiaciones e indemnizaciones que deben pagarse por las casi 20 empresas que han vuelto a manos del Estado; aunque se estima que el monto global supera los mil millones de dólares. Sin duda, un gasto enorme que no ha servido para ampliar la capacidad productiva. Está sucediendo lo contrario.

Volviendo a Comibol, la situación puede ser potencialmente crítica. Algunos estudios indican que sus empresas alcanzan su punto de equilibrio con precios de mercado más elevados que para la minería privada, y que por tanto son más vulnerables a una caída de los precios internacionales. Inquieta pensar en las consecuencias de un descenso brusco o prolongado de los precios, dados los altos costos laborales y administrativos en este sector. En cuyo caso la probabilidad de operar con pérdidas puede ser alta.

Si ello ocurre es también probable que el Gobierno se vea presionado a subsidiar estas empresas, con un alto costo fiscal.

No sería la primera vez que sucede. A principios de los años 80, la subvención estatal a las deficitarias empresas públicas se tradujo en un abultado y creciente déficit de las cuentas fiscales, lo que a su vez disparó el proceso inflacionario de esos años.

Aún puede ser tiempo de evitar seguir por una senda parecida y desactivar una bomba de tiempo. Ojalá que la preocupación presidencial sea la señal de una vuelta a la racionalidad.

Henry Oporto es sociólogo.

Tomado de paginasiete.bo

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