WALDO TORREZ
El conflicto minero enfrenta el dilema de siempre: cómo conciliar desarrollo y protección de los recursos naturales, con la pobreza como símbolo de esa encrucijada ¿de qué sirve tener recursos naturales si permanecen inexplotados, o son explotados rudimentariamente? ¿Las estamos guardando para nuestros hijos?
El Gobierno no sancionó los avasallamientos y el irrespeto a las leyes cuando debía haberlo hecho, y lo único que incentiva es la codicia que terminará en violencia.
Las reversiones de concesiones a empresas extranjeras causan más daño que beneficio al Estado. El Gobierno solo hace la parte fácil, repartir el esfuerzo ajeno. Cuando hay algo que revertir es porque antes ha habido alguien que ha invertido, descubierto y/o producido. Las expropiaciones no crean riqueza, solo hacen pasar al Estado la riqueza que alguien creó, riqueza que nunca aumenta, pues la productividad de las empresas reestatizadas siempre baja, la corrupción aumenta y hacen decaer más nuestra imagen internacional.
Hoy, el país es considerado el segundo menos seguro para invertir en América Latina, conforme el ránking de “Euromoney”, la principal revista europea de negocios y finanzas, y es lógico, ¿Quién podría tener confianza en el país si el Gobierno no cesa con sus contradicciones, el que por una parte invita a invertir y por otra expropia y amenaza?¿Cómo se les puede ocurrir que la economía puede funcionar si se erosiona sistemáticamente sus reglas y sus bases? Sin inversiones privadas no hay crecimiento ni desarrollo económico, la inversión pública es insuficiente para dinamizar la economía y para crear empleo en calidad y cantidad para satisfacer a los 120.000 jóvenes que se incorporan anualmente al mercado de trabajo.
La alternativa es la emigración o la miseria. La riqueza hay que crearla, para recién redistribuirla, no se puede redistribuir la pobreza. Se trata de un mal estructural del Estado y de la falta de proyección económica de este “Gobierno del cambio”. Si el país crece, aunque a nivel considerablemente menor al de otros de la región, no es mérito del Gobierno, es resultado del precio de las materias primas que exportamos, lo suficiente como para ganar más, pese a producir menos.
Mientras sigamos saltando de reestatismos a privatizaciones y viceversa, no lograremos el desarrollo socioeconómico del país, el dinero no ingresará y más bien seguirá huyendo, colocando al Gobierno en una ridícula paradoja: con su accionar agrava la situación de quienes dice defender. Sin inversión, no hay empleo, y sin empleo la miseria permanece. Ésta es nuestra desgracia recurrente. Estos enormes daños que el “Gobierno plurinacional” se autoinflige, en realidad los inflige a todos los bolivianos.
Tomado de opinion.com.bo