WALDO TORREZ 

El periodismo que no está dispuesto a convertirse en adulador, ha entrado en la categoría de enemigo del régimen. Las querellas en su contra ponen al Estado de Derecho en tensión, la libertad de expresión como derecho fundamental y que hace posible la vigencia de todos los otros derechos es objeto, una vez más, de la dimensión represiva del Estado.

El periodismo busca información, los políticos, ocultarla. Los periodistas quieren hacer visible sus vergüenzas e insensateces, los políticos, enterrarlas. Ignoran que la función del Estado no es vigilar a la prensa, sino al revés. Si el Estado controlaría a los medios de comunicación, jamás se investigarían las arbitrariedades de los funcionarios públicos y las actuaciones discrecionales del poder, por esto, las informaciones y entrevistas que realizan los medios de comunicación, son acciones políticas por excelencia, tienen la intención de forzar el cambio ante la percepción de la torpeza y del exceso. Los medios de comunicación hacen un bien evitando el mal, son los ojos, los oídos y la voz de la democracia, tienen el papel de guardián del poder político, denunciar los abusos del poder es su misión, este impacto en la opinión pública es el "pecado" del periodismo.

Es obvio que ante el fracaso de la actualización de la Ley de Imprenta, se intenta por otros medios censurar la crítica periodística. Los gobiernos, autoritarios, comparten la visión de que los medios de comunicación son rivales cuyas críticas no pueden ser ignoradas; para acallarlas, dos estrategias son las favoritas: emitir disposiciones restrictivas de los contenidos y el hostigamiento a través del discurso, la publicidad pública y pagada. Hoy, copiando lo que sucede en el Ecuador, agregan la judicialización periodística. Paradójicamente, son los que “utilizaron” a los medios ayer, los querellantes de hoy; son los "césares populares", que se comportan como dictadores elegidos, y siempre son políticos en función quiénes quieren “marcar” los límites de la responsabilidad periodística, aquellos que vivirían felices sin un periodismo que perturbe su digestión. En democracia, nadie que ejerza responsabilidad pública puede estar libre de crítica, ni existe tema tabú. El pluralismo de ideas y opiniones son el “termómetro” de la democracia: cuanto menor es la pluralidad, menor es el grado de nuestra democracia.

La judicialización del periodismo no tiene base legal, bajo la excusa de “injuria” se oculta la intención de criminalizar el ejercicio periodístico, paradójicamente, por los propios representantes del pueblo, en una de las mayores contradicciones de nuestra democracia.

Pero será inútil el intento, porque el periodismo constituye el último bastión de protección contra los totalitarismos.

Tomado de opinion.com.bo

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