OVIDIO ROCA 

Algunos economistas consideran que el pasaje bíblico de José, interpretando los sueños del faraón sobre las siete vacas gordas y las siete vacas flacas, podría ser el primer análisis económico realizado, pues enseña la lógica del ahorro, ya que la escasez es producto del mal manejo de la abundancia, quedando de manifiesto que toda sociedad debe saber producir, invertir, gastar y guardar lo necesario. Pero, pese a los siglos transcurridos, aún no terminamos de entenderlo y menos aplicarlo.

Existe el criterio generalizado en nuestro país de que los recursos del Estado deben ser gastados totalmente y que es una medida de la eficiencia administrativa hacerlo en su totalidad, olvidándose que existen épocas de vacas gordas (como la actual) y de vacas flacas, y que la buena gestión y el consiguiente ahorro para las épocas difíciles son urgentes y necesarios.

Los países que son exitosos ahorran, y para ello constituyen fondos soberanos. En Latinoamérica los tenemos en Chile, con el Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES), constituido el año 2007 para ahorrar los mayores ingresos por el alza de los precios del cobre.

Por su parte, Panamá, previendo más ingresos para el Canal a partir del año 2015, se adelanta y en 2012 creó el Fondo de Ahorro de Panamá (FAP).

Hace ocho años, los bolivianos le dieron a los del MAS sus vacas para que se las cuiden, pero en lugar de hacerlo se las comieron o las vendieron. Estas vacas tienen un valor -según Doria Medina- de 120 mil millones de dólares, cifra nunca antes recibida por el país en toda su vida republicana.

En el análisis de la gestión de las instituciones del Gobierno existe también un error de percepción, pues prima la visión contable, se mide el gasto y se olvidan de la eficacia y eficiencia de la gestión: poco les importa evaluar si la asignación de recursos está correctamente estudiada y priorizada, si las obras fueron ejecutadas correctamente y a un precio correcto y competitivo.

Aunque el dinero es muy importante, lo es más el entorno institucional. No puede haber una buena administración si no hay un ambiente de seguridad, de reglas de juego, claras y permanentes, de un árbitro confiable, en caso de controversias.

Otro aspecto fundamental es contar con una planta administrativa con funcionarios seleccionados por mérito y con capacidad profesional y experiencia, para cada uno de los cargos.

Esto permite contar con un equipo motivado que realiza su trabajo de manera eficiente, con ganas y con orgullo por el trabajo bien hecho. No sirve a la sociedad ese burócrata agazapado en su pega y presto a dar el zarpazo al ciudadano despistado que va a realizar un trámite o subir el nivel jerárquico de decisión a la empresa que busca conseguir un contrato.

Es importante recordar que el impulso al desarrollo de Santa Cruz se lo dio con el Comité de Obras Públicas, que hizo de un pueblo sin servicios de agua, luz y pavimento una ciudad vivible y progresista. Esto se lo realizó con un presupuesto anual de entre uno y dos millones de dólares, que es lo que recibe actualmente la Alcaldía en un solo día. 

Al comité, cada uno de los funcionarios ingresaba previa selección por mérito y todos se sentían orgullosos de trabajar por el desarrollo de su pueblo, y lo hacían sin horario ni horas extras, desde el portero hasta el presidente.

Algunas sociedades se desarrollaron y progresaron porque se dotaron - vía educación - de un ambiente de valores y principios que reconocen en el trabajo, la honestidad, el respeto y la paz ciudadana virtudes esenciales. Así se puede verificar que las sociedades menos corruptas son las más libres y desarrolladas.

En gran medida, la conciencia ciudadana está influida por la relación económica entre la institución y el propio ciudadano.
Dado que la mayoría de los pobladores de nuestro país no tributa, éstos perciben que todo lo que les da la institución y la autoridad es un regalo y, por tanto, mientras tienen la posibilidad de recibir algo gratis, lo aceptan y apoyan a esas autoridades. Otra situación distinta se presenta cuando el ciudadano es un contribuyente responsable, que exige de la autoridad el buen uso de los recursos que le entregó para su administración y la buena aplicación en pro del bien común.

Cuando los ciudadanos y vecinos aceptan el accionar corrupto e ineficiente de los funcionarios públicos, los están avalando, y en ese caso se aplica el viejo aforismo que dice: todo pueblo tiene el gobierno que se merece.

Ovidio Roca es ciudadano boliviano.

Tomado de paginasiete.bo 

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