OVIDIO ROCA

La gente ve lo que quiere ver y para confirmarlo y justificarse consulta las fuentes acordes a su ideología y forma de ver las cosas, y de esa manera encuentra, ve y lee lo que le gusta y así refuerza lo que quiere creer.

Así vemos cómo el gobierno permanentemente publicita el éxito de su economía plurinacional, una economía que como sabemos se caracteriza por ser estatista, mercantilista y extractivista, y declara demagógicamente que el boom de ingresos (que nos llega como nunca antes en la historia nacional) es producto de la nacionalización de los hidrocarburos y del buen manejo de la economía, olvidando olímpicamente (aunque la gente no y el Internet menos) que cuando se hicieron del Gobierno, “la mesa ya estaba servida”.

No quieren ver y menos reconocer que cuando tomaron el Gobierno las reservas de gas ya estaban descubiertas, los pozos en plena producción y los contratos de exportación en ejecución. Fue una gran herencia la que recibieron y que ahora están dilapidando, pues en este periodo no se aumentaron las reservas de gas, ni de petróleo y la industria misma, entró en declinación.

Además, la ley 3058 que incrementó los impuestos sobre los hidrocarburos fue aprobada el 2005, antes de que sean gobierno y fue promulgada por el presidente del Congreso, Hormando Vaca Díez del Movimiento Autonomista Andrés Ibáñez, ante el veto a la misma por el entonces presidente Mesa.

Y por último y más relevante, que los ingresos para el Estado aumentaron porque los precios del petróleo, al que está referido el precio del gas de exportación de Bolivia, se multiplicaron por cinco.

Durante el periodo del 1990-2001 el precio promedio del gas fue de 1.46 dólares por MMBtu, subió algo durante el periodo 2002-2005 llegando en promedio a dos dólares y luego se dio un salto en el periodo 2006-2012, cuando el promedio fue de siete dólares y el presente año el precio de exportación está por encima de los 10 dólares por MMBtu.

Como vemos, al gobierno le tocaron gratis los “siete años de vacas gordas”, recibiendo ingentes ingresos producto de la bonanza originada por los precios de los hidrocarburos y minerales, y en lugar de sembrar para el futuro, de crear las condiciones institucionales y de infraestructura para el desarrollo de actividades empresariales y productivas, dilapida los recursos con un monstruoso y atrabiliario gasto público y persiste con su fallida receta de la estatización.

Con su política de estatizaciones y de expulsión de los inversionistas lo que tenemos es cada vez más empresas estatales ineficientes, cuya producción declina, cuyos costos aumentan y exigen cada vez más recursos públicos para financiar sus déficits. Y lo previsible es que a medida que la estatización aumente y los precios de las exportaciones caigan, la economía formal tenderá a desaparecer y el narcotráfico y la economía informal y delincuencial tomaran el control total del país.

Por eso el gobierno, cuando el pueblo, harto de la inseguridad y pobreza empieza a reaccionar, repite la historia de lo que ocurrió en el régimen nazi, comunista, castrista y chavista: inicia el control y cierre de los medios de comunicación y el fortalecimiento y pertrechamiento de las instituciones represivas (policía, ejército). Aparecen entonces milicias de camisas negras, pardas, rojas, ponchos rojos y huairuros. Viene luego rampante la policía del pensamiento y sentimos la presencia omnímoda del Gran hermano, que ve y controla todo y a todos enjuicia. Y ahí encontramos para iluminarnos, la receta del gran Groucho Marx, ese magnífico comediante que dijo: “Librepensantes del mundo, uníos”.

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