ROBERTO ORTIZ
Empieza el 2014 y como de costumbre ya se escuchan rumores por las calles sobre un posible incremento en el salario mínimo de 1.200 a 1.500 bolivianos.
No es sorpresa claro, pues esto ha ocurrido año tras año durante las últimas décadas. Lo que sí sorprende es que el Ministro de Economía no comprenda el daño que causa a la sociedad cada que decide imponer un alza en el costo laboral.
Lo primero que ocurrirá cuando se promulgue esta ley, es que nadie cuyo trabajo sea valorado por menos de 1.500 volverá a encontrar empleo, pues por mucho que el ministro lo desee, las personas valemos por nuestra productividad y no en función a órdenes ministeriales.
Pongámoslo de esta manera, el nuevo salario mínimo provocará una sustitución de personas que tenían salarios bajos por personas desempleadas, causando esto un mal general sin compensación equivalente.
Se debe entender que la economía está viva y no se puede diseñar ni mover a gusto como si fuera un juego de ajedrez, pues está compuesta por personas que tienen sueños y deseos distintos además de apreciaciones subjetivas por sus preferencias. Bolivia, un país con altos niveles de pobreza, no puede darse el lujo de privar a estas personas –sumidas en la informalidad- de conseguir un empleo formal al precio que ellos vean conveniente.
Muchas personas plantean que la inexistencia de salarios mínimos sería inmoral, pues el empresario siempre tratará de pagar bajos salarios por obvias razones de eficiencia. Sin embargo, el que tiene la última palabra a la hora de decidir sobre el precio que vale, siempre es el empleado. Por lo tanto no existe inmoralidad alguna en un acuerdo formal entre dos o más personas, y los que afirman que sí, están entregando al estado su libertad, en este caso su potestad de decidir por ellos mismos.
Lo que sí considero inmoral es que un boliviano no pueda trabajar formalmente por 500 Bs porque es ilegal, por ejemplo. Esto significa que la sociedad ha perdido un producto o servicio de una persona que tendrá que quedarse en su casa o en la calle sin la posibilidad de ser independiente y económicamente autosuficiente.
Este aumento en el salario -dictado por algún burócrata- podrá ser objeto de politiquería o hasta un honesto intento de que los bolivianos tengamos mejores ingresos, sea cual sea su razón, no cumplirá con este medio su objetivo. Ya que los salario reales aumentarán en función a la productividad de los empleados, la eficacia de los empresarios, la educación, el aumento de tecnología y por sobre todo costos contractuales bajos.
¿Será el salario mínimo uno de tantos motivos por los cuales la informalidad en Bolivia abarca un 65% de los empleos?
Roberto Ortiz Ortiz
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