JUAN RAMÓN RALLO

La economía española entró en crisis como consecuencia de un modelo productivo burbujísticamente devastado y de un exceso de endeudamiento interno. Literalmente, el país había dejado de producir mercancías de valor y se limitaba a importarlas endeudándose con el exterior. Nos tocaba —y nos sigue tocando— proceder a una profunda reestructuración de nuestra economía productiva (crear nuevas industrias que sí generen valor) y a un radical saneamiento de nuestra deuda (amortizar los pasivos acumulados por el sector privado), para todo lo cual necesitábamos —y seguimos necesitando— de una enorme flexibilidad en los mercados de factores productivos (liberalizaciones y otras reformas estructurales) y de importantes volúmenes de ahorro interno (austeridad pública y privada).

Podemos, sin embargo, ha diagnosticado nuestros problemas totalmente al revés: a su juicio, las lacras de nuestra economía no derivan de un modelo productivo podrido de raíz, sino de que el conjunto de españoles (familias, empresas y Administraciones Públicas) no gastan lo suficiente como para mantener a flote la actividad. Dicho de otra manera, según su perspectiva, es perfectamente viable mantener una economía mortecina siempre que nos sigamos endeudando para doparla con más y más gasto. Idéntica lógica a la del Plan E: lo importante es mover el dinero sin importar cómo lo gastamos y qué tipo de inversiones convalidamos.

Por eso, porque de lo que se trata es de potenciar el gasto por cualquier vía, Podemos propone elevar los salarios por decreto y por privilegios sindicales; convertir el acceso al crédito en un “derecho” garantizado por el Estado a través de una banca pública providente; o incrementar el gasto público mediante impuestos que graven el ahorro de “los ricos”. Todo lo contrario, pues, de lo que necesitamos: no más libertad económica, sino menos; no más ahorro privado sino menos; no menos deuda privada sino más; no menos gasto público sino más. La consecuencia de todo ello, claro está, es que nos daremos un festín de gasto que se colisionará de bruces con dos incómodos e insuperables muros

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El primera de ellos, el más obvio, son nuestros ya insostenibles niveles de endeudamiento: los propios economistas de Podemos admiten que acaso hayamos alcanzado un punto de no retorno que haga imprescindible una reestructuración de la deuda pública y privada. Sin embargo, ninguno de ellos parece dispuesto a renunciar a la palanca del endeudamiento: dado que su única obsesión es incrementar el gasto, les resulta irresistible la misma política de crédito barato que nos condujo a la burbuja inmobiliaria y, por ende, al presente desastre. Empero, la diferencia entre la situación actual y la que colapsó en 2007 es que en estos momentos tanto el sector privado como el sector público carecen de margen para seguir endeudándose en grandes cantidades, ya que ambos se hallan al borde de la insolvencia. Podemos no se atreve a negar nuestra delicadísima situación financiera, pero en la práctica opta por ignorarla y por comportarse como si ésta no existiera.

El segundo muro, el menos obvio, es que la estructura económica de España es incapaz de producir los bienes que desean los españoles. Un mayor gasto interno no se traduce automáticamente en una mayor producción interna sino, sobre todo, en unas mayores importaciones desde el exterior. Si antes de gastar no reconvertimos nuestro propio modelo productivo (desde el ladrillo hacia industrias de alto valor añadido), el mayor gasto se filtrará hacia el extranjero para adquirir los bienes que no somos capaces de fabricar dentro del país. Por consiguiente, mayores rigideces regulatorias y mayor gasto desnortado no contribuirán a reflotar la economía nacional, sino a mantenerla postrada en un estancamiento subsidiado.

La lógica de las políticas económicas propuestas por Podemos, pues, atenta contra los fundamentos mismos de cualquier recuperación verosímil: el aumento del gasto público, tanto el asistencial como el dirigido a costear “infraestructuras sociales”, únicamente contribuirá a profundizar en nuestro insostenible déficit público empujando al Estado más allá de la insolvencia; el incremento de los impuestos, incluso por encima de las ya elevadísimas cotas en las que los ha dejado Montoro, devorará un capital privado que debería dirigirse a amortizar nuestra deuda y a financiar el aumento de la inversión productiva; la provisión cuasi ilimitada de crédito laxo al sector privado a través de una banca pública dadivosa sólo contribuirá a financiar a deudores de alto riesgo y a socializar sus futuras pérdidas entre todos los contribuyentes; y el incremento de los salarios, unido a la reducción de la jornada laboral, disparará el coste de cada hora trabajada sin que ésta se haya vuelto intrínsecamente más productiva, por lo que el desempleo implosionará en aquellas empresas con mayores debilidades económicas.

En suma, el programa económico de Podemos es el último cartucho con el que el conjunto de la casta política —donde también está, sí, Podemos— pretende embaucar a la población española prometiéndole volver a los felices años de la burbuja financiera e inmobiliaria. Es verdad que Juan Torres y Vicenç Navarro han rechazo explícitamente querer regresar a 2007: pero sus hechos los delatan. La política por la que están apostando es la política de la burbuja del crédito barato, de la burbuja del desparrame de inversiones improductivas, de la burbuja de la apoteosis del gasto público. Apuestan por que retorne la fiesta antes siquiera de haber empezado a pagar los platos rotos del cruel sarao anterior: acaso por ello sopesen recurrir a una reestructuración de la deuda; al cabo, no aspiran a reconstruir el edificio económico sobre unos pilares sólidos, sino a demolerlo para erigir otra chapuceramente keynesiana obra faraónica sobre idéntico terreno arenoso.

Acaso por una vez deberíamos darle una oportunidad a las políticas liberales que ni PP ni PSOE han querido ni sabido aplicar. Lejos de dejarnos engañar por los relinchos de unicornio de Podemos, deberíamos ser conscientes de la magnitud del problema al que nos enfrentamos y proceder, de verdad y de una vez, a liberalizar la economía y a reducir muy significativamente el tamaño del Estado, bajando el gasto y también los impuestos. No sería éste un camino sencillo e indoloro, pero la alternativa, en contra de lo que nos pretende hacer creer Podemos, no es una salida socialdemócrata a la crisis. La alternativa es ahondar definitivamente en nuestra ruina.

Tomado de juanramonrallo.com

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