Gonzalo López

Carlos Sabino es conocedor de las crisis de las economías de Argentina y de Venezuela. Autor de 20 libros sobre las economías de América Latina referidos a la pobreza, la generación de riqueza y las desigualdades. Sabino hizo disertaciones magistrales en Santa Cruz a invitación de la Fundación Nueva Democracia.

Si afirma que la eliminación o reducción de la desigualdad no es una condición para generar el desarrollo, ¿dónde está la falla?

El desarrollo no lo pueden producir los gobiernos que son receptores y no generadores de ingresos.

Entonces, ¿qué es lo mejor que puede hacer un Gobierno con esos ingresos? Crear las condiciones para generar riqueza. Para eso lo que necesita el hombre es libertad y ausencia de trabas.

¿Y qué rol debe jugar el sector privado?
Básicamente, como el Gobierno, debe atenerse a lo suyo. En un entorno competitivo, la misma competencia conducirá a producir mejor y más barato.

Si uno de los factores de la desigualdad es la inflación, ¿cómo lidiar con eso?
Ahí voy a ser optimista. Las inflaciones que tenemos ahora, en esta segunda década del siglo 21, son menores que las que había al final del siglo 20. ¿Cómo se combate? Manteniendo la masa de emisión monetaria en términos razonables de acuerdo a lo que está produciendo el país y de los ingresos externos que tiene.

Eso lo hacen muchos países. Yo diría que los casos que se dan en la región son el de Argentina y el de Venezuela, donde la inflación es superior al 50%. Eso porque los gobiernos hacen programas para congraciarse con la población, hace programas sociales que le requieren dinero y que prácticamente no tiene.

¿Los bancos centrales están fallando?
Yo diría que en general no son los bancos centrales. Son las presiones del Ejecutivo lo que normalmente llevan a los bancos centrales a desestabilizarse y a someterse.

¿A qué se refiere cuando usted menciona el factor de la fuerte regulación estatal...?

Lo llamaría barreras de entrada. Para entrar a un mercado a producir algo, se tiene que cumplir ciertos requisitos. Esas son barreras razonables, pero cuando se hacen burocráticas y muy discrecionales, que es lo que tenemos en América Latina, entonces pasan meses para obtener un simple permiso. A veces la única forma es pagando a un funcionario una coima.

En Bolivia el Gobierno ha tomado el control, mediante una ley, de las tasas de interés activas y pasivas en el sistema fiinanciero...

Es un control inefectivo y que en última instancia pone al Gobierno en una situación muy delicada. Si pone las tasas de interés bien altas, favorece el ahorro. Si el ejercicio es al revés, se desestimula al ahorro.

¿Cómo llegar al punto justo? Bueno, es el libre mercado.

¿Cómo ve el factor de la informalidad que sigue en su paraíso y los gobiernos solo presionan a los formales?
Justamente ahí viene la regulación. Cuantas más barreras ponen, más atractivo queda siendo el sector informal. Si ponen un impuesto del 3%, al final no es nada terrible pagar, pero si ponen un impuesto del 40%,

¿quién va a querer en su sano juicio pagar eso? Para evitar eso y ampliar la base impositiva, los gobiernos deben hacer una política para bajar los impuestos y bajar los requisitos y hacerlos accesibles a la gente. Eso no se ha intentado en Latinoamérica por demagogia.

Y las transferencias de los gobiernos

El problema de fondo es que ni las transferencias ni los bonos eliminan la pobreza en los países. La pobreza se elimina generando riqueza. Uno le puede dar dinero a la gente, pero no la saca de la pobreza.

Lo que se consigue es una dependencia, una pérdida de la actitud empresarial que pueda tener y, al final, lo que se va creando es un aparato de clientelismo político. Se crea un círculo vicioso muy poco democrático, porque en el fondo, la masa de gente que recibe el dinero es la que impone una política a toda la sociedad y esa masa de gente se hace a su vez dependiente de esas ayudas.

¿Y la sostenibilidad?
No está garantizada. Eso es lo que le ha pasado a los venezolanos y los terribles subsidios a la gasolina y a la electricidad.

En Bolivia también hay subsidio a los combustibles y hay bonos sociales…

Todo eso se ve muy bien desde el punto de vista de ayuda social necesaria. Pero, en realidad, cuando se amplía eso a los casos más extremos, lo que se consigue es un gasto desmesurado. Venezuela ha quebrado su sector petrolero regalando la gasolina. Al final, Venezuela está importando gasolina a precios de mercado para regalársela al consumidor, eso no tiene sentido. Eso es un disparate. Hay muchos países de América Latina que venden combustibles y electricidad a precios de mercado y la gente no se muere por eso.

¿Cree que los gobiernos van a cortar los bonos?
No soy muy optimista. El populismo no permite ser muy sensato y racional. Es lo que está haciendo la presidenta de Argentina

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