Álvaro Vargas Llosa

Hemos vivido varios años en un mundo de pura ilusión -como en la canción de Rubén Blades-, en el que la inyección de liquidez artificial por parte de Estados Unidos y otros países desarrollados infló excesivamente el precio de las materias primas, inundó de crédito fácil a nuestras empresas y clases medias emergentes, y convirtió en héroes a ministros de Economía que no lo eran tanto. Luego, cuando los agentes entendieron que esto vendría a su fin en algún momento y se dieron cuenta de que las tasas de interés subirían y el dólar se fortalecería, los precios de nuestras materias primas empezaron a caer (también los volúmenes de lo que el mundo nos compraba). Y así estamos desde hace casi dos años.

Muchos opinólogos, líderes y “expertos” latinoamericanos se quejan de que el fin de los estímulos debilitará nuestras monedas y el precio de nuestras materias primas aun más. Y, si eso ocurriera, podría resurgir el populismo con renovada fuerza en países donde estaba replegándose.

América Latina necesita a un Estados Unidos robusto, independientemente de que en el muy corto plazo pueda haber un efecto en la tasa de cambio y el precio de los “commodities” por el fortalecimiento del dólar. Infinitamente peor es vivir de pura ilusión y luego pagar el precio de que se vea, cuando se retire la marea, que nadábamos desnudos (para usar la célebre frase de Warren Buffett).

Una paradoja de lo que sucede es que los triunfos de la izquierda latinoamericana en Brasil y Uruguay en días recientes tienen mucho que ver con clases medias emergentes que deben su bienestar al aspecto artificial de nuestro boom de la última década, alimentado por la FED. Otra paradoja no menos curiosa es que algunos países de la Alianza del Pacífico que se han desacelerado -Chile y Perú principalmente, pues México, que depende menos de los commodities y más de las manufacturas, no llegó a experimentar un boom- deben a la Fed en parte el resurgimiento de corrientes populistas. Esto, por dos razones aparentemente contradictorias: el boom gatilló expectativas que desbordaron a nuestros estados (Chile) y el fin del boom (Perú) está poniendo en discusión la validez del modelo.

En el mundo de ayer -para usar el título de Stefan Zweig-, las políticas de la FED pertenecían a las páginas financieras. En el de hoy pertenecen a las páginas políticas o deberían. Sus consecuencias (y sus causas, por cierto) siempre fueron altamente políticas pero eso hoy se nota más en lugares como América Latina. Lo que pase y deje de pasar en este rincón del mundo en los próximos años tendrá mucho que ver con las decisiones que tomó Ben Bernanke y está tomando ahora Janet Yellen.

Lo único que hay que pedirle desde América Latina a la mandamás de la FED es que el segundo paso -permitir que los intereses suban con normalidad y no sigan artificialmente bajos- ocurra más temprano que tarde. Mientras más retrasemos el sinceramiento, más tiempo tendrán los populistas para organizarse.

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