JAVIER PAZ

Mi postura sobre la producción, comercialización y consumo de drogas es clara y contundente: como en el caso del alcohol, el tabaco, el azúcar o la carne, su consumo es una decisión personal y ninguna legislación debería prohibirlo. Esto no quiere decir que esté de acuerdo con el uso de drogas. Sin lugar a dudas pocas cosas son tan destructivas como la adicción a las drogas, que destruyen y matan a quien las consume y ocasionan un gran sufrimiento a sus seres queridos. No hay dudas de que las drogas deben ser combatidas, pero no desde la legislación, sino principalmente desde el ámbito familiar y de la sociedad civil.

No existe ninguna legislación que obligue a los padres a transmitir a sus hijos ciertos valores éticos o a practicar cierta religión, y, sin embargo, la gran mayoría de los padres enseña a sus hijos valores universales como no robar, no mentir y sentir orgullo por el trabajo honesto. La gente educa a sus hijos no porque exista una legislación que los obligue a ello, sino porque los ama y les desea el mejor futuro posible.

Me permito esta digresión para señalar que en el caso de las drogas sucede algo similar. En general, las personas que más se interesan por el bienestar de alguien en particular son sus familiares, luego sus amigos y en último lugar, y por bastante distancia, algún burócrata desconocido. Por ello, la mejor prevención contra las drogas es la guía de los padres y familiares, y la mejor ayuda en caso de alguien que ha caído en la drogadicción también proviene de la familia.

Las instituciones de la sociedad civil, como iglesias, colegios y centros de rehabilitación, también deben jugar un rol importante en la lucha contra la drogadicción, y los Estados podrían usar los millonarios presupuestos que actualmente destinan a la interdicción (costos que incluyen los presupuestos carcelarios, FFAA supernumerarias, armamento, espionaje y represión, cuya consecuencia es violencia, corrupción y más muertes) para la prevención y rehabilitación. No hay duda de que consumir drogas es una mala idea, la historia contemporánea demuestra que criminalizar su producción y consumo es otra mala idea con resultados peores que la enfermedad.

Tomado de eldeber.com.bo 

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