EMILIO J. CÁRDENAS

Para la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA), la democracia representativa es indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de América. Por ello, respetando el principio de "no intervención", uno de los propósitos de la OEA es promover y consolidar la democracia representativa. Por esto no sorprende que, en el 2001 -con el voto unánime de sus Estados Miembros su Asamblea- haya adoptado formalmente la llamada “Carta Democrática Interamericana” en una reunión ocurrida en la ciudad de Lima, Perú.

Se trata de un documento importante que, sin embargo, aparenta de alguna manera estar en una suerte de silencioso desuso. Desde que ha sido invocado sólo una vez, cuando el conflicto en Honduras que involucrara al bolivariano Manuel (Mel) Zelaya, que por pretender eternizarse en el poder de su país, violando los preceptos de su Constitución, terminó siendo destituido legalmente por acción de todos los otros poderes del Estado hondureño.

Para la solemne “Carta Democrática Interamericana”, los pueblos de América tienen “derecho” a la democracia. Y los gobiernos de la región tienen la importante obligación correlativa de defenderla. Obligación respecto de la cual suelen -no obstante- hacerse constantemente los distraídos. Particularmente cuando los “bolivarianos” -y sus permanentes enjuagues contra la democracia- están en juego. Es bien triste, pero es así.

Cabe apuntar que se trata de entender a la democracia, tal como es. Esto es, mucho más que un ejercicio de elecciones periódicas, más o menos libres.

Como la propia “Carta” lo recuerda, esto supone vivir en un estado de derecho, en un marco de legalidad conforme con el respectivo orden constitucional. Y respetar los derechos humanos y las libertades civiles y políticas esenciales. Adoptar el pluralismo político, que es ciertamente lo opuesto al evangelio totalitario que postula al partido único. Además, respetar la separación de los poderes del Estado y su independencia. Razón por la cual, cuando uno advierte que, en muchos rincones de América Latina, la justicia no es independiente, ni imparcial, se pregunta naturalmente cual es el valor real, esto es el efectivo, de la mencionada “Carta Democrática Interamericana”. ¿Es apenas una declamación?



La Carta agrega que la democracia supone también la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad de los gobernantes, y la responsabilidad por el ejercicio de la función pública.

Más aún, incluye el respeto a la libertad de opinión y la libertad de prensa, hoy cercenadas en distintos rincones de nuestra América Latina. Particularmente en regímenes que aparentan ser democráticos y no lo son. Con la saturación de la publicidad, financiada con los dineros de todos, la realidad se deforma o disimula. Más o menos fácilmente. Hasta las violaciones a la estructura esencial de la democracia, créase o no. La estrategia es conocida: el poder se concentra en manos del Ejecutivo y los parlamentos se transforman en dóciles sellos de goma y los jueces, por su parte, en meros agentes del poder público, al servicio del oficialismo de turno. Abierta o embozadamente. Según aconsejen las circunstancias.

A la próxima “Cumbre de las Américas”, como novedad, asistirá Cuba. Por primera vez. El único régimen tiránico evidente de la región. El que tiene pena de muerte. El que encarcela a los disidentes. El que no respeta los derechos humanos. El que carece de libertad de opinión y de libertad de prensa. Frente a lo cual asumimos una posición de amnesia colectiva. Invitado que fuera por Panamá, Cuba se apresuró en contestar afirmativamente y estará, es previsible, en Panamá. Como temiendo que, de pronto, la pipa de la paz pudiera desaparecer.

Cabe comenzar a preguntarse ¿qué significa esto? ¿Será el adiós formal a la “Carta Democrática Interamericana”? ¿O partimos todos del supuesto de ella que está ya tan adormecida que es incapaz de volver a despertar?

¿Creemos realmente que Cuba, al sentarse en la misma mesa que todos nosotros, se convertirá de pronto en una democracia, a la manera de los cuentos de hadas?¿O, peor, nos importa un soberano bledo el tema del “derecho” del que gozamos, según el cual debemos poder vivir en democracia?

Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

Tomadod e eldiarioexterior.com

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