ESPERANZA AGUIRRE
En este mismo sitio, en este edificio de la Bolsa de Comercio de
Rosario, hace justo cinco años también tuve la suerte y el honor de
dirigirles la palabra.
En aquella ocasión había venido a esta ciudad invitada por la
Fundación Internacional para la Libertad”, que celebraba entonces sus
primeros 20 años.
Esta vez también es la Fundación Internacional para la Libertad
la que ha vuelto a invitarme para celebrar ahora sus 25 años de
existencia y de lucha en favor de la libertad y de las políticas liberales
en Argentina, en América Latina y en todo el mundo.
Creo que para Rosario tiene que ser un motivo de orgullo el ser la
sede de esta Fundación, que, desde hace ya un cuarto de siglo, lucha
por defender y extender los postulados liberales en política y en
economía.
Unos postulados que la experiencia no cesa de demostrar que
son los más adecuados y los más eficaces a la hora de impulsar el
crecimiento económico de las naciones y el bienestar y la prosperidad
de sus ciudadanos.
Al empezar esta intervención quiero expresar mi felicitación a la
rosarina Fundación Internacional para la Libertad por estos 25 años de
trabajo de difusión del pensamiento y las propuestas liberales.
Algo que, los que somos liberales, sabemos que no siempre es
fácil porque la libertad es el enemigo declarado de los totalitarios y,
desgraciadamente, totalitarios hay de sobra en nuestras sociedades.
La otra vez, cuando estuve en 2008, unos energúmenos
apedrearon nuestros autobuses. Ellos creían que, con sus piedras, nos
amedrentarían, o quizás pensaban que con sus pedradas iban a
desmontar la pulcritud de nuestros razonamientos.
Pero, como pueden ustedes suponer, no consiguieron ni una cosa
ni la otra.
Lo que sí lograron es que recordáramos –si alguno lo había
olvidado- que defender la libertad no siempre es fácil.
Y también consiguieron que nos reafirmáramos en nuestros
principios con el irrefutable argumento de que si los totalitarios se
enrabietan es que vamos por el buen camino.
He recordado esta anécdota para que todos valoremos aún más
el trabajo de la Fundación Internacional para la Libertad, que, en un
ambiente no siempre favorable, lleva 25 años luchando por la libertad
y por la extensión de las ideas liberales.
Felicidades, pues, a la Fundación y a su factótum, el también
rosarino Gerardo Bongiovanni, cuya entrega absoluta a la Fundación es
fundamental para su buena marcha.
Pues bien, señoras y señores, como les decía, hace 5 años subí a
esta misma tribuna y les hablé de los desafíos a los que entonces nos
teníamos que enfrentar los liberales y los amantes de la libertad.
Recordé cómo en 1989, tras la caída del Muro de Berlín, muchos
pudimos creer que, derrotado el comunismo, el mundo podía librarse
para siempre de tentaciones totalitarias y la democracia y el libre
comercio iban a extenderse por todos los países.
Desgraciadamente, les dije entonces, esa utopía liberal -en la que
creímos en 1989- no se había hecho realidad: Por el contrario, el virus
del totalitarismo había mutado y continuaba vivo, bajo las formas del
fundamentalismo islámico, de los nacionalismos exacerbados o del
populismo demagógico. Además de continuar vivo en la dictadura más
antigua de América Latina, en la dictadura comunista de los Castro en
Cuba.
En resumen, ya hace cinco años les hablaba de las dificultades
que la libertad tenía para convertirse en el principio rector de la
economía y la política de los países por la persistencia de esos restos
de totalitarismos.
Han pasado cinco años. Cinco años marcados por una profunda
crisis económica en todo Occidente. Una crisis que es, sin duda, la más
grave que han pasado los países libres y capitalistas desde la del 29.
Y una crisis, tengo que resaltarlo, que en España nos está
golpeando con una virulencia inusitada.
Esta crisis está poniendo a prueba los principios y los valores de
todos los políticos y, en primer lugar, de los políticos que nos
consideramos liberales.
Siempre digo que las crisis encierran, para los políticos, las
mejores oportunidades para llevar a cabo las reformas que no se
atreven a acometer en periodos de bonanza, Claro que para llevar a
cabo esas reformas son necesarias convicciones firmes y coraje para
tomar decisiones incómodas.
Y en la situación actual de los países europeos es siempre más
fácil recurrir a lo ya sabido, aunque haya fracasado mil veces, que
apoyarse en los principios y tomar decisiones valientes.
Por no hablar del ascenso de los populismos demagógicos en
toda América Latina, que, a medio y largo plazo, acabarán por sumir en
la miseria a los países que ahora optan por caudillos –o caudillasvisionarios
que se presentan como mesías y salvadores de los pobres y
los oprimidos.
De manera que, si hace cinco años, ya me quejaba aquí del
frenazo que sufrían las políticas liberales que habían comenzado a
aplicarse desde 1989, ahora mi preocupación se ha hecho mucho
mayor.
Y, sin embargo, hoy como ayer, sigo pensando que, precisamente
por estar en medio de una crisis económica pavorosa, es el momento
de ser más firmes que nunca en la defensa de los valores y de los
principios liberales. Pero no por un dogmatismo ideológico irracional,
sino porque hoy la experiencia sigue demostrando que esas política
económicas liberales son las más eficaces para impulsar la salida de la
crisis y la recuperación de la actividad y la prosperidad económicas.
Si por algo nos distinguimos los liberales es por la tolerancia
hacia las ideas que no son nuestras y por estar siempre dispuestos a
contrastar y debatir nuestras tesis y nuestros argumentos con los de
nuestros adversarios. Porque los verdaderos liberales nunca excluimos
la posibilidad de admitir que nos equivocamos si se nos demuestra con
hechos y con argumentos (no con gritos, escraches o pedradas) que
nuestras tesis son erróneas.
Lo que ya no toleramos (al menos yo) con tanta paciencia es que
se califiquen de “liberales” las políticas que han causado la crisis
económica actual, que en España está teniendo una increíble
virulencia, o las que causaron la quiebra y el empobrecimiento de
Argentina hace 11 años.
Crisis, tanto la una como la otra, provocadas por las mismas
políticas de siempre: Primero, por un intervencionismo absoluto del
Estado en el sector financiero.
Y en segundo lugar, por procedimientos administrativos que
transfieren la libertad, los ahorros y el patrimonio de los ciudadanos a
manos de burócratas que carecen de la capacidad y, en muchos casos,
de la ética necesarias para sustituir a esos ciudadanos en la toma de
sus decisiones más importantes: cómo gastar su dinero, cómo
alimentar a sus familias, cómo educar a sus hijos o cómo ahorrar para
su vejez.
Sólo los dioses o los ángeles (y aun esto es dudoso) tendrían
capacidad y ética suficiente para tomar las decisiones adecuadas para
todos y cada uno de nosotros. Pero los gobernantes (lo sé por propia
experiencia) no somos ni dioses ni ángeles. Tampoco somos demonios.
Sólo somos seres humanos. Y nos equivocamos. Los buenos, con la
mejor de las intenciones, de los malos, mejor no hablar.
Decía que los liberales ya no toleramos con tanta paciencia que
se hagan pasar por “liberales” políticas y personas que no lo son. Y no
porque seamos sectarios, sino porque, si en algo son maestros nuestros
adversarios (es lo único que saben hacer verdaderamente bien), es en
cargar sus culpas y sus errores sobre nuestras espaldas.
¿Fue Ménem un liberal en el gobierno? Yo creo que no. Era
peronista. Quizá el menos antiliberal de ellos, pero peronista al fin y al
cabo.
Y enseguida dirá alguien: ¡pero aplicó políticas liberales o
“neoliberales”! Y yo pregunto ¿cuáles? Sí, hizo algunas privatizaciones.
Sí, bajó algunos impuestos y aranceles. Pero la verdadera piedra de
toque para un gobernante liberal es la contención del gasto público.
¿Contuvo Ménem el gasto público? No. Los 45.000 millones de dólares
de deuda pública exterior que dejó Alfonsín se convirtieron, al final del
mandato de Ménem en ¡145.000!
El caso de España es aún peor: ¿Fue José Luis Rodríguez
Zapatero un liberal? No. ¿Aplicó políticas liberales? Todo lo contrario:
encontró un país próspero y con unas finanzas saneadas en 2004, y
dejó, en 2011, un país casi en quiebra.
Sin embargo, adivinen ustedes a quiénes y a qué culpa la
izquierda en España de nuestras tribulaciones económicas: a los
liberales y a las políticas liberales, por transferir, al decir de ellos, el
poder de la política a los mercados.
Y yo digo ¡ojalá hubiera sido así! Hoy habría muchos menos
políticos, muchos más empresarios, muchos menos problemas y mucha
más riqueza y oportunidades para todos.
Es evidente que, al echarnos las culpas a los liberales, nuestros
adversarios, los intervencionistas y los partidarios de que el Estado
esté cada vez más presente en nuestras vidas, consiguen dos objetivos:
el primero, obsequiarnos con una edición corregida y aumentada de su
medicina favorita: intervencionismo y burocracia, que son el caldo de
cultivo para la corrupción, la prepotencia y la disminución de las
libertades.
Y el segundo, callarnos y ponernos a la defensiva. Porque, cuando
los medios de comunicación y los intelectuales orgánicos de la
izquierda reclaman más subvenciones, más intervención del Estado y
más burocracia para curar los males causados presuntamente por la
desregulación del neoliberalismo salvaje, ¿quién se atreve a seguir
defendiendo las políticas liberales que son, al decir de ellos, las que
causaron el corralito en Argentina y la pavorosa crisis en España, las
que, según ellos, transfirieron el poder de la política a los mercados?
Pues, por ejemplo, nosotros, a través de la Fundación
Internacional para la Libertad. Porque son las ideas y las políticas
liberales las que, por ejemplo, transformaron un país devastado por la
guerra hace 60 años, como Corea del Sur, en una potencia económica y
tecnológica.
No necesito, precisamente ahora que el tercer monarca de la
dinastía comunista Kim afila sus misiles nucleares, señalar cuáles
pueden llegar a ser las diferencias y los frutos del totalitarismo en un
mismo país y en un mismo pueblo. Como también lo vimos en las dos
Alemanias
La propia Argentina, hasta finales de los años 30, era un país
próspero, uno de los más ricos del mundo.
Media Europa emigraba a EEUU y la otra media emigraba a
Argentina a finales del siglo XIX y principios del XX. ¿Qué causó la
decadencia de Argentina? ¿Las políticas liberales, o las políticas
peronistas? ¿Y cuál es el remedio para que Argentina vuelva a ser lo
que fue, el otro gigante económico del continente americano? ¿Más
liberalismo o más peronismo?
Hoy más que nunca es preciso defender con más energía las
políticas liberales y aplicarlas allí donde se gobierne. Hoy más que
nunca es preciso ser valiente y cortar en seco las marañas clientelares
amamantadas por nuestros adversarios que piden a gritos más
subvenciones para seguir viviendo de los presupuestos. Hoy más que
nunca es preciso ser valiente y cortar de un tajo los nudos gordianos
con los que nuestros adversarios tratan de abrumarnos.
Porque mientras tratamos de desatar esos nudos gordianos,
mientras creemos que estamos participando en un debate serio y
honesto sobre cuáles son las mejores políticas y dedicamos nuestros
esfuerzos a rebatir educadamente sus eslóganes, ellos se dedican a lo
que mejor saben hacer: vender humo al por mayor. El humo de que el
liberalismo y las políticas liberales han fracasado porque son, al decir
de ellos, las causantes de la crisis. Y es que se trata de predicar, además
de con la palabra, con el ejemplo.
Porque de las crisis no se sale subiendo los impuestos, sino
bajándolos.
De las crisis no se sale regulando todavía más los mercados
financieros (cuanto mayores son las regulaciones, más catastróficas
son las crisis), ni salvando a bancos quebrados con dinero del
contribuyente, sino dejándolos quebrar y dejando a los ciudadanos
elegir la moneda en que quieren cobrar su salario o sus rentas.
De las crisis no se sale con más subvenciones a los sectores
económicos en declive, sino ofreciendo mejores condiciones y más
seguridad jurídica a quienes quieren invertir en nuevos proyectos.
De las crisis no se sale ahuyentando la inversión extranjera con la
expropiación de las empresas más prósperas del país, sino atrayendo
nuevas inversiones.
De las crisis no se sale subvencionando el desempleo, sino
mejorando la educación y la capacitación profesional.
Ningún país del mundo está libre de sufrir una crisis económica.
Cuando llega el invierno, hay que ponerse ropa de abrigo. Obstinarse
en ir con pantalón corto y seguir tomando bebidas heladas en pleno
invierno es pedir a gritos una pulmonía. Y es que, cuando llega el
invierno económico, hay que cortar de raíz los excesos del verano si no
queremos enfermar.
Señoras y señores, queridos amigos de la Bolsa de Comercio de
Rosario,
Como ven la solidez de mis principios liberales no ha hecho más
que crecer en los cinco años trascurridos desde la última vez que tuve
el honor de subir a esta prestigiosa tribuna.
Y es que creo que, en los momentos de crisis como los que
atravesamos, se hace más necesario que nunca que los políticos tomen
sus decisiones de acuerdo con sus principios y se olviden de cualquier
oportunismo.
Yo les he expuesto cuáles son mis principios y mis valores y
cómo creo que, llevados a la práctica, ayudarían a mejorar los
problemas a los que los errores de muchos y, desde luego, los errores
de los políticos nos han conducido.
Con la esperanza de volver de nuevo pronto a esta maravillosa
ciudad y a esta Institución llena de historia, a todos, muchas gracias