ANTONIO HIERRO

Hace unas semanas atrás en el portal de Opinión e ideas, se publicó el artículo “Capitalismo de Estado y mercado libre” de Dou Bandow, al leer el título del artículo, creí que por fin alguien se atrevió a precisar la confusión que iniciaron deliberadamente hace muchísimos años tanto Lenin, como los troskistas y que hoy tiene cierta carta de ciudadanía; Para mi sorpresa, en el artículo en cuestión no solo aceptaba dicha categoría, sino que además se la utilizaba como si la misma fuera válida, así en el artículo, se afirma que China y Rusia “…son los principales practicantes del capitalismo de Estado”, que “El capitalismo de Estado parece permitirle a los dictadores tener los beneficios económicos del capitalismo, sin tener que pagar los costos políticos de la libertad” .
Este artículo me recordó otro, publicado no hace mucho tiempo atrás, por el Dr. Armando Mendez, y que llevaba por titulo: El debate obsoleto: Capitalismo versus socialismo, en el mismo en relación al tema en análisis, se afirmó que el período de gobierno de Stalin en la URSS, supuso un “capitalismo de Estado” y utilizando esa expresión, semanas atrás, el diario The Economist, publicó un reportaje sobre el auge del capitalismo de Estado.
No me cabe la menor duda que ambos autores pregonan ideas liberales y han venido efectuando constantes publicaciones al respecto y el diario en cuestión estaba efectuando solo un reportaje pero sin embargo utilizaba dicha categoría, por lo que es evidente que el uso poco crítico que se efectúa de la expresión “capitalismo de Estado”, provoca una confusión grave y es perjudicial para el debate de las ideas, dado que dicha expresión es falsa y tendenciosa.
El primer aspecto a precisar es que el término capitalismo, es utilizado peyorativamente para referirse al sistema liberal, y con el se aborda tanto a los titulares de los medios de producción, como al modo en que se gestionan éstos. Sin embargo, un primer aspecto a destacar es que el liberalismo comprende también otros ámbitos el relativo a los derechos de las personas y el relativo a la organización del gobierno. Sin embargo, efectivamente, el capitalismo es un elemento del liberalismo, pero de allí a que exista un “capitalismo de estado”, hay mucha distancia.
El liberalismo, pregona el Estado constitucional y en economía ello implica propiedad privada de los medios de producción y la libertad de mercado o libertad de comercio, en el mal denominado capitalismo de Estado, ninguno de éstos presupuestos tiene vigencia, dado que la propiedad de los medios de producción no corresponde a los privados sino al Estado y obviamente dentro de ese Estado, no existe libertad de mercado. Es evidente entonces que si el liberalismo o capitalismo en relación a la economía, tiene su identidad en la propiedad privada de los medios de producción y la libertad de mercado, la expresión capitalismo de Estado, no solo no es posible, sino es la negación misma del capitalismo.
El liberalismo tiene como sujeto de las sociedades organizadas, el ser humano y concibe a éste como el motor del desarrollo y del progreso de las sociedades, en el denominado capitalismo de Estado, se entiende que el motor del desarrollo, es el Estado, no los ciudadanos, en consecuencia otra vez se está en el extremo opuesto del liberalismo.
En definitiva, para la filosofía liberal el Estado debe ser mínimo y cuando se extiende debe desarrollarse en el marco del Estado constitucional, porque sino abusa de los ciudadanos, mientras que en el supuesto capitalismo de Estado, el Estado es la máxima entidad –desprovista de intereses-, y que además desconfía del ciudadano. Entonces, no es posible hablar de capitalismo de Estado, cuando el Estado tiende a tomar el control no solo de la economía, sino incluso de la vida de los ciudadanos, porque ello es la negación del liberalismo y obviamente del capitalismo.
En definitiva, cuando se utiliza la expresión capitalismo de Estado, no se está describiendo ni al Liberalismo, ni al capitalismo, sino más bien a su opuesto, el socialismo, dado que éste sistema, desde sus orígenes pregona que el Estado es el motor del cambio, que la propiedad de los medios de producción no puede estar en manos de particulares y que el libre mercado genera desigualdad, por lo que el intercambio de bienes debe efectuarse planificadamente por el gobernante.
Efectivamente en la actualidad existen órdenes constitucionales liberales, pero en los que el Estado continuamente va incorporando nuevos ámbitos económicos a sus fauces, en realidad aquí se produce un divorcio entre el orden constitucional y las prácticas gubernamentales y no es que se desconozca que en el Estado liberal, ciertas áreas pueden ser manejadas por el Estado, el problema está cuando el Estado desborda el orden jurídico para tomar ir tomando toda la economía y luego afectar las libertades ciudadanas.
Lo paradójico, es que la confusión citada, lleva a muchos artistas, rectores y demás “intelectuales”, que se precian de –progresistas- a profesar lo que se llama de forma genérica socialismo o “ideas de izquierda”, incluso califican de izquierdistas a los gobiernos de Felipe Gonzales en España, Ignacio Lula da Silva en Brasil o Brachellet en Chile. Efectivamente puestos a confundir, discursivamente todo es posible; sin embargo, sería importante que esas personas reconozcan que en España, Brasil y Chile, por un lado, sus constituciones tienen vigente un Estado constitucional liberal: derechos humanos, gobiernos limitados, propiedad privada de los medios de producción y libertad de mercado y por otro: éste orden normativo es el que se aplica en la realidad. El resultado de ello, un mayor bienestar a la mayoría de los ciudadanos, y la tendencia es concretar cada vez más los derechos y libertades contenidos en sus constituciones, obviamente como se observa en los casos citados, son los presupuestos liberales, los que permiten que haya inversión hacia los sectores más desfavorecidos, lo cual nada tiene que ver con ningún socialismo, ni cavernícola ni vegetariano, porque sino estaríamos ante el absurdo de concluir que todo socialismo requiere una constitución liberal.
El denominado capitalismo de Estado, en un eufemismo para aludir al socialismo, esto es, al imperio de la economía planificada y presencia del Estado como motor de la sociedad, este es el caso por ejemplo de Cuba, que tanto en su orden jurídico como en la práctica adoptó el mal llamado capitalismo de Estado y en el cual salvo Fidel Castro y su entorno, los ciudadanos arriesgan hasta su vida para huir dignamente. Este es el modelo que tanto se admira hoy por gobernantes que consideran a Fidel Castro su padre o mentor, pero lo único que pretenden es quedarse décadas en el gobierno a costa del bienestar, libertades y hasta de la propia vida de los ciudadanos.

08 de febrero del 2012

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