JUAN JOSÉ TORO
Decir que las cooperativas mineras son empresas privadas sería repetir. Agregar que estas empresas privadas usan el rótulo de “cooperativas” para maximizar sus utilidades sería recalcar.
A raíz del todavía irresuelto conflicto por la mina Colquiri, los especialistas demostraron con suficiencia que las mal llamadas cooperativas mineras dejaron de ser aquellas unidades productivas que cargaron el peso de la crisis minera de mediados de los ‘80 para convertirse en organizaciones en las que unos pocos, los “socios”, ganan mucho —sin trabajar— gracias al trabajo de miles, los peones.
Entre los datos nuevos están los montos que ganan los afortunados “socios”. Excooperativistas de Colquiri estiman que un “cabecilla”, ese que en Potosí es conocido como “socio”, “dirigente” o “presidente”, puede llegar a ganar hasta 90.000 bolivianos mensuales sólo por cobrar el arriendo de la mina que el Estado le entrega graciosamente como “área de trabajo”.
Y precisamente ahí está el fondo de las demandas de los “cooperativistas mineros”: lo que ellos quieren son más “áreas de trabajo” para seguir llenándose los bolsillos de dinero.
Lo curioso es que, a la hora de defenderse, todavía dicen que aportan al Estado.
Revisé publicaciones, revistas, periódicos, y no encontré ninguna evidencia de ese aporte. Uno de los dirigentes declaró en una red de televisión que el aporte es el pago de la regalía minera, pero eso es tanto como decir que los cooperativistas aportan al pagar el IVA y el RC IVA cuando les dan factura por la compra de herramientas o suministros.
Teóricamente, todas las personas individuales debemos pagar impuestos cuando hacemos una transacción financiera o percibimos algún ingreso, pero, en el caso de las personas colectivas, existen gravámenes específicos. El Centro de Documentación e Información de Bolivia señala que las empresas del sector minero deben pagar tres impuestos: la regalía, el Impuesto a las Utilidades de las Empresas (IUE) y la alícuota adicional al IUE. Mientras las empresas mineras privadas y estatales pagan todos esos tributos, los cooperativistas sólo pagan uno, la regalía.
¿Dónde está el aporte de las cooperativas? En el caso de Potosí, la Comibol dejó unidades educativas y edificios que fueron transferidos a la Universidad Autónoma Tomás Frías, pero los cooperativistas no hicieron construir nada.
Los cooperativistas de Potosí reciben sus utilidades por la explotación de las “áreas de trabajo” que les da el Estado, casi siempre por presión, y se llevan el dinero afuera. Son ellos quienes compraron o construyeron las más recientes mansiones en Sucre, Tarija, Cochabamba y Santa Cruz.
No sé si los cooperativistas aportan efectiva y visiblemente a sus respectivas sociedades en La Paz u Oruro, pero en Potosí, que es el principal exportador de minerales, sólo sentimos su presencia en el Carnaval Minero, cuando botan la casa por la ventana, o cuando llevan a conjuntos musicales caros a Porco. Nunca construyeron una escuela, un hospital o por lo menos financiaron la publicación de un libro.
¿Sabe el presidente Evo Morales cuál es el aporte de sus aliados cooperativistas a Potosí? Si sus llunk’us no se lo dijeron, que alguien le cuente que fueron ellos quienes convirtieron a la Villa Imperial en la más cara del país. Debido a que sus mujeres no regatean en los mercados, los comerciantes subieron los precios más que en el resto del país.
Por culpa de ellos, las casas en Potosí están por encima de los 100.000 dólares, los alquileres y los anticréticos son los más altos de Bolivia y todo eso afecta a los más pobres, a los que no son cooperativistas. ¡Ese es su aporte!
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Tomado de columnistas.net