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EDUARDO BOWLES

Un reciente estudio publicado por el Banco Mundial aborda el complejo dilema de los países latinoamericanos con la pregunta: “¿Aprenderán un día a no depender de las materias primas?”. La advertencia surge a raíz de los negros nubarrones que se han posado en el horizonte continental, con una previsión de un dos por ciento de contracción de las economías para el año 2016 con niveles de recesión del 3,5 y del 8,3 para Brasil y Venezuela respectivamente.

La respuesta es poco alentadora, pues no solo se debe aplicar con urgencia reformas y ajustes estructurales en el campo fiscal, financiero y de seguridad social, sino también hacer un gran cambio de mentalidad, al mismo tiempo que atacar decididamente la corrupción, un flagelo que impidió aprovechar en su verdadera dimensión la época de bonanza que ha llegado a su fin.

Los expertos que elaboraron un diagnóstico sobre la última década exitosa basada en el auge de los commodities, consideran que la tarea es complicada, pues si los países de la región no fueron capaces de administrar un ciclo tan favorable, es mucho más complejo buscar cómo estimular la economía, cómo aumentar el crecimiento y cómo atraer inversiones en medio de una situación de volatilidad extrema, amenazada de inflación, escasez y baja productividad.

Lo elemental es aprender de la Biblia y ahorrar en épocas de vacas gordas para protegerse en los momentos de aridez. Para ello son fundamentales las políticas públicas que aseguren un gasto público responsable, un manejo transparente de los recursos y un adecuado modelo productivo que coadyuve a la sostenibilidad y la diversificación.

Según el Banco Mundial, las adversidades que está afrontando la región en este momento son muy distintas a los “frenazos” típicos de los años 90 que se solucionaban con un eficaz estímulo, ya sea con el incremento del gasto público o con la promoción de inversiones externas. El problema es que el campo de acción se ha reducido, no solo porque la crisis actual está dada por la caída de los ingresos, de las reservas y las exportaciones, sino que los capitales extranjeros no están dispuestos a venir como lo hicieron en el pasado. Recordemos los intensos procesos de privatización que llevaron adelante los países del continente y la “invasión” de empresas españolas. En este momento, ninguno de esos fenómenos sería viable y nos toca buscar cómo alentar el crecimiento con otras armas.

Para los expertos no queda más que reducir el gasto como primera medida, luchar a capa y espada contra la corrupción y especialmente, ponerle fin a las políticas populistas que no han hecho más que expandir artificialmente la demanda interna de bienes y servicios, sin la correlativa dinamización productiva en campos diferentes al extractivismo, modelo que se ha reforzado en lugar de haber buscado nuevos patrones que ayuden a reducir la fragilidad del modelo. 

En resumidas cuentas, lo que el Banco Mundial está diciendo es que América Latina no fue capaz de administrar un organismo saludable y lleno de vida y ahora tendrá que buscar cómo mantener palpitante a un enfermo en terapia intensiva. En honor a la verdad, con los adecuados conductores, a los bolivianos nos ha ido mejor en situaciones adversas. Veremos si se repite la historia.

Tomado de eldia.com.bo