IVÁN ARIAS
En los últimos años Bolivia ha experimentado una importante reducción de la tasa de desempleo en el área urbana de 3,2% y a nivel global de 5,5%, pero en contrapartida se evidencia el crecimiento del sector informal, que se expresa en empleo de mala calidad.
Informes del Cedla y de Inaset señalan que si bien las cifras han mejorado en el descenso del desempleo, es preocupante cómo se acentúa la precariedad, pues se crean más fuentes laborales informales sin seguro, eventuales a contrato y otras inestabilidades.
El porcentaje de quienes no tienen empleo de calidad es alto porque está principalmente representado por los informales, que son siete de cada 10 ocupados, que tienen pequeños negocios al margen del sistema formal de la economía. Si existen empleados en este sector, tienen escasos beneficios que pueden alcanzar hasta al aguinaldo, pero no tienen seguro de salud o no aportan a las AFP para su jubilación.
En Bolivia, tres sectores pasan por una preocupante situación de desempleo. Primero, los jóvenes, que constituyen una tasa del 13,5%; el otro grupo poblacional afectado es el de las mujeres, mientras que el tercer grupo lo constituyen los profesionales, técnicos o simplemente gente que está cursando estudios universitarios.
Según cifras oficiales, la base empresarial activa del país experimentó en 2013 un incremento del 80%, al haber registrado en diciembre pasado 122.995 empresas, cuando un año antes figuraban sólo 68.232.
Sin embargo, cuando se contabiliza a las empresas de acuerdo con su tipo societario, sobresalen las unipersonales con 103.621 firmas, que, a su vez, develan un crecimiento del 105% con relación a 2012. En segundo lugar se hallan las de responsabilidad limitada (17.635), seguidas de las de sociedad anónima (1.492), las extranjeras (208), las sociedades colectivas (19), las de comandita simple (10), las sociedades anónimas mixtas (9) y las de comanditas por acciones (1).
Esto evidencia que las empresas unipersonales llegan al 84 %, lo que significa emprendimientos pequeños respecto de los grandes. La masiva informalidad y emprendimiento de la economía boliviana tiene rostro de mujer, pero de mujeres pobres. Según Fautapo (2013) las mujeres ocupan el 15% de los empleos formales. El 65% de las mujeres están ocupadas en el sector informal, en comparación con sólo el 57% de los hombres.
A su vez, en el sector informal, el 77% de las mujeres y el 58% de los hombres trabajan por cuenta propia. Sin embargo, en este sector el emprendimiento de las mujeres es altamente valorable. Un estudio de la UCB (2011) evidenció que 37 de cada 100 mujeres se encuentran realizando una actividad emprendedora. Los emprendimientos femeninos son menos formales y sostenibles. La escala de producción es reducida y con pocas expectativas de expansión de mercados en sectores pocos productivos, en consecuencia, bajos ingresos de subsistencia.
Las emprendedoras bolivianas se caracterizan por la falta de recursos económicos, la ausencia de planificación, de visión de crecimiento e inversión. Tienen bajos niveles de ingreso, no tienen perspectivas de crecimiento. Su producción y comercialización es al día, usan mano de obra familiar (hijas/os, padres, madres, hermanos/as) que participan en la producción de acuerdo a su edad y a las necesidades del emprendimiento.
El equipamiento productivo es básico y artesanal. En este aspecto se pueden advertir las capacidades de innovación de las mujeres en la creación y adaptación de herramientas de trabajo de acuerdo a su rubro.
Tienen un cuarto multiuso: taller, dormitorio, cocina; todo en un solo espacio, que las mujeres organizan de acuerdo a sus necesidades de cuidado y producción.
Son invisibles a los registros gremiales que permitiría constituir legalmente su emprendimiento. Participan en grupos de mujeres de micro crédito como Pro mujer, Crecer, FIE y otras entidades, que tienen requisitos flexibles pero con tasas no acordes al movimiento económico.
Se evidencia una escasa participación de la pareja en las actividades domésticas y de cuidado. En ausencia de ésta, es la familia extendida la que cumple con esta función (abuelas, tías y sobrinas).
Las emprendedoras también son víctimas de violencia física, psicológica, sexual y económica, así como noviazgos violentos, lo que atenta contra su autoestima y seguridad personal.
Las dificultades que las mujeres enfrentan dentro del emprendimiento son: falta de experiencia en la planificación de producción y comercialización. No cuentan con formación empresarial específica (administración / marketing). Enfrentan obstáculos en el acceso a redes de comercialización, créditos, acceso a tecnología productiva y digital (comercio electrónico).
Está comprobado en la práctica que los emprendimientos femeninos se inician por necesidad y no por oportunidad, ante la falta de empleo, la urgencia económica para la subsistencia familiar, o por romper con el ciclo de violencia.
Son por estas razones que miles de mujeres se lanzan, sin apoyo estatal concreto, a iniciar su emprendimiento. Como decía una emprendedora: "…de rabia inicie mi taller de calzados” "… mi marido me insultaba, me decía sonsa, no sirves para nada, yo le escuchaba y sólo lloraba”.
Contar con ingresos propios para la mujer es un paso que afirma su autoestima, la fortalece como persona independiente. Rompe la dependencia económica con su pareja, lo que se constituye en un primer nivel de negociación dentro el hogar.
Ivan Arias Durán es ciudadano de la Republica Plurinacional de Bolivia.
Tomado de paginasiete.bo