EDITORIAL EL DÍA
Además de las consecuencias que el fuego traerá para el medio ambiente, la calidad de vida y la economía de los países de América Latina, deberíamos preguntarnos y preocuparnos mucho, sobre las derivaciones que tendrá en la vida política y democrática de nuestras naciones, pues a pesar de que Brasil y Bolivia han sido los más afectados por los incendios, Paraguay, Perú y Argentina no pueden escapar tan fácilmente del problema.
Durante los últimos cinco años nuestro continente ha sido noticia mundial por los graves hechos de corrupción en Brasil, el encarcelamiento de Lula, la destitución de Dilma Rousseff, los escándalos del saqueo en Argentina, las derivaciones del caso Odebrecht que dio cuenta de varios políticos latinoamericanos, un presidente peruano que tuvo que dejar el cargo y un ex mandatario que se suicidó para no ir preso; unos que huyen y otros que tratan de evadir a la justicia. Bolivia ha despertado la atención planetaria por la manipulación de las leyes y la constitución y por el descarado modo en el que trata el régimen gobernante de perpetuarse en el poder. No podemos dejar de mencionar la catástrofe venezolana, donde un sistema político ha causado la misma destrucción que hubiera provocado una guerra de alta intensidad.
Hoy la noticia que retumba en el mundo tiene que ver con los incendios, pero no sólo por las dimensiones del fuego devastador o por el impacto que ha tenido sobre el invalorable patrimonio amazónico, sino por la ineptitud de los gobernantes, la irresponsabilidad en el manejo del medio ambiente, la irracionalidad de sus políticas agrarias, la falta de previsión y la forma tan torpe de enfrentar una emergencia, con una mezcla de circo y de soberbia que ha dejado pasmados a todos.
La destrucción observada ha sido una evidencia más de la incompetencia de los gobiernos, sean de izquierda o de derecha; la falta de competitividad de las débiles democracias para enfrentar problemas reales que requieren de liderazgo, del respeto a las leyes y de una capacidad de construir consensos que otra vez vuelve a fallar.
América Latina ha tenido la mejor oportunidad de su historia para dar el salto hacia la modernidad y el desarrollo, pero el fuego y las cenizas no son más que metáfora de lo que nuestras élites han vuelto a hacer con las ilusiones de la gente, que por un momento pensó que había llegado la hora de la región de dejar atrás la vieja maldición del atraso y la postergación. Hoy podemos constatar que eso no forma parte de ninguna leyenda negra o de conjuro de la antigüedad, sino de la labranza de nosotros mismos.
Los gobiernos prometen subsanar los daños, reforestar y recuperar los territorios destruidos por las llamas.
Hablan también de cuidar la Amazonia, de llevar adelante estrategias sostenibles de producción, pero nadie les cree, especialmente la comunidad internacional que está revisando algunos mecanismos para establecer algún régimen tutelar sobre este inmenso pulmón verde, que en las manos de nuestros líderes corre el riesgo de desaparecer en el mediano plazo.
La Unión Europea, la ONU y las naciones más poderosas del planeta están preparando una cumbre destinada a fijar posiciones y estructurar un plan de acción en la Amazonia. Es la mejor señal de que nuestros países no pueden gobernarse a sí mismos y diseñar un mejor futuro para la región.
Tomado de eldia.com.bo